Crecimiento y Desarrollo

domingo, 24 de octubre de 2010

Por Francisco Durand
Sociólogo
Al haber puesto todos los huevos en la canasta del crecimiento cuantitativo, el gobierno y las fuerzas vivas han construido su propia trampa. Andan empantanados en momentos en que se agota el tiempo político del presidente y cuando es demasiado tarde para relanzar una ofensiva ideológica para defender el modelo económico para evitar un debate en las elecciones.
Aunque el Perú experimenta un crecimiento extraordinario, y se ha recuperado rápidamente de la Gran Recesión internacional del 2009, solo un 44% de la población opinó en abril del 2010 que se “continúe con el actual modelo económico”, mientras que 42% exigió “cambios radicales”. Aunque el porcentaje de apoyo luego subió a 49% (El Comercio, setiembre 20), sorprende que ni siquiera la mitad de los peruanos lo defiendan. Similar problema enfrenta el presidente, cuya reputación anda bastante por debajo de lo que debería gracias a los logros del auge exportador. 
El problema de fondo, sin embargo, no es hoy la fama del presidente sino la desaprobación del modelo económico neoliberal. A fin de cuentas, García está terminando su mandato. Pero las fuerzas vivas se quedan y enfrentan el problema de a quién apoyar en las elecciones. En realidad, andan medio asustados. Si tienen suerte, serán Keiko Fujimori, Alejandro Toledo o Luis Castañeda quienes cuidarán su sueño y sus propiedades por cinco años más. Cada uno a su modo, todos estos candidatos populistas de derecha les han prometido garantizar sus niveles de ganancia, la continuación de los megaproyectos, las exoneraciones tributarias, los contratos de estabilidad jurídica, más tratados de libre comercio, mayores concesiones mineras y forestales, libertad bancaria, renta básica telefónica, altas tasas de interés de crédito de consumo y compra irrestricta de tierras; todo con pleno apoyo del Estado. Y aunque los defiendan uno de estos tres posibles gobernantes, queda el problema de saber si tendrán estabilidad.
Entendible angustia.  Mientras más tienen, más pierden. Operan en un país en el que “nada es predecible y todo puede suceder”. La incertidumbre se origina en olas de protestas y en candidaturas alternativas: Humala en las presidenciales del 2006 y Villarán en la municipal del 2010. Lo paradójico es que, aunque sus temores son reales, las fuerzas vivas y sus voceros sufren de ataques de pánico, y muchos de sus líderes siguen sin entender el país.
Roberto Abusada, asesor empresarial y defensor del libre comercio, se sorprende al comentar la encuesta que “con todo el crecimiento habido todavía existe gente dispuesta a patear el tablero”. Ricardo Briceño, actual presidente de Confiep, la federación de las grandes corporaciones, opina que –a pesar de haber “crecimiento acelerado”– todavía ”hay gente que se siente marginada, excluida”.  La impresión que dejan estos y otros testimonios de las élites dirigentes es que buscan que los entiendan a ellos mas no tratan de entender a quienes están por debajo de su nivel de ingresos. He ahí el problema de ser privilegiado, la natural desconexión con los que están en la base de la pirámide social, y el intento impersonal de querer convencerlos con discursos, propaganda, filantropía o inauguraciones de obras.
Para explicar el crecimiento con desaprobación y sin desarrollo, es decir, de legitimidad no alcanzada, identificamos  ocho debilidades. No esperamos que esta lista de observaciones sea reconocida por el sector duro de las fuerzas vivas (los empresarios y los propagandistas), pero es posible que sectores  pensantes reconozcan al menos alguna de ellas.
1 Crecimiento primario. Los sectores más dinámicos, la exportación de materias primas, lideran el crecimiento. Pero es intensiva en capital; no genera valor agregado ni empleo formal abundante. 
2 Triunfalismo.  Los logros son cuantitativos. El gobierno y la presidencia los han pregonado a todos los vientos, pero exagerando las proyecciones: “seremos pronto un país del primer mundo”, “si seguimos creciendo, en 10 años bajará la pobreza a menos del 10%”. Si bien la pobreza es menor, su gran caída se debe en parte a cambios metodológicos estadísticos.
3 El milagro son los términos de intercambio. Todos los países extractivistas, inclusive el de Evo Morales y el de Hugo Chávez, están creciendo; no importa si abrazan el modelo. Potencias emergentes como China e India, y la especulación en commodities, mantienen alta la demanda y los precios de las materias primas. De allí nuestra rápida recuperación. No tiene que ver con García.
4 El narcotráfico, el contrabando y la piratería están impulsando el crecimiento. Aunque generan más empleo, amenazan la gobernabilidad. Son las causas principales del aumento del delito, y el mal gobierno que tenemos las alimenta o las tolera.
5 Erupción de la corrupción. Hay crecimiento con coima, y proviene tanto del auge delictivo en curso como de los sobrecostos de obras públicas y la colusión con ciertos lobbys. El gobierno ha debilitado los juzgados anticorrupción; el Congreso no fiscaliza.
6 Ricos más ricos. El principal resultado del neoliberalismo es el incesante enriquecimiento de unas cuantas familias propietarias y las multinacionales.
7 Impuestos injustos. La recaudación se basa en altas tasas de impuestos regresivos (IGV de 19% y la gasolina), lo que reproduce la pobreza, limita el crecimiento de las pymes e incentiva el incumplimento tributario y el contrabando.
8 Sesgo palaciego. El presidente tiene una política de puertas abiertas a los ricos y a las multinacionales, con quienes se reúne regularmente, mientras cierra las puertas a grupos sociales reclamantes.
Este conjunto de factores explica por qué una mayoría de peruanos no defiende el modelo. Aunque no compartamos algunos de ellos, es en todo caso mejor debatirlos que quedarse perplejos, o pagar a expertos de imagen para que intenten cambiar lo incambiable. El pueblo sabe o sospecha que hay crecimiento mas no desarrollo, que los ricos son los principales beneficiarios, que el gobierno los prefiere y protege y que no hay reformas a fondo porque ni a los políticos ni al poder económico les interesa realmente transformar el Estado para que cumpla su rol educativo, social y de seguridad.
Como el Estado sigue siendo empírico y tiende a mal invertir recursos en obras vistosas, como la empresa no es una solución a los problemas sociales y es fiscalmente irresponsable, seguimos esperando a que, como indican las encuestas, se “mejore la educación”, “se combata la corrupción y la delincuencia”, “se den más leyes favorables al trabajador” y “se mejore la salud”. 

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