¡Seguimos engañando!

martes, 2 de junio de 2009



Por Farid Matuk
Economista

En julio del 2006, la maquinaria aprista –encabezada por el entonces congresista electo y posteriormente ministro del Interior Luis Alva Castro– desplegó una campaña de demolición respecto a la reducción de la pobreza alcanzada durante la gestión Toledo entre el 2001 y el 2006.

“Grosera manipulación” fue el grito de guerra para descalificar una reducción de la pobreza desde 54% en 2001 a 48% en 2006, en un contexto de baja inflación y crecimiento estable, a diferencia del presente, donde la inflación y la recesión han alcanzado niveles que no se observaban desde los años 90.

Este premonitorio término de “grosera manipulación” ha implicado que la pobreza en el año 2006 ya no sea 48%, como se precisó en esa fecha, sino que más bien sea 44%, es decir, una reducción de 4 puntos obtenidos fraguando los datos y ocultando los programas de cómputo, con el insólito resultado adicional de que en el último año de la gestión Toledo la pobreza se redujo tanto como en los cuatro años previos.

Pero el problema central de la medición de la pobreza es que tiene un componente cultural porque se mide como la mínima cantidad de dinero que un hogar debe gastar, mientras que tenemos otro concepto de indigencia como el de la mínima cantidad de calorías que un hogar debe consumir. Mientras la pobreza se basa en criterios económicos, la indigencia se basa en criterios biológicos.

Con estos criterios biológicos se tiene que el auge económico vivido en los últimos cuatro años no es causa suficiente para que la indigencia se reduzca. Para los años 2006 y 2007, la reducción ha sido de apenas punto y medio por año, pero en el 2008 la inflación pulverizó todo lo ganado en dichos dos años, y la indigencia se elevó a 32%, es decir, que 1 de cada 3 peruanos no consume los alimentos esenciales para vivir.

Pero cuando se analiza en detalle la pobreza extrema, que supuestamente identifica la cantidad de dinero necesaria para adquirir una canasta básica, se tiene una realidad absurda. En el ámbito urbano, solo el 3% de los peruanos no tiene el dinero para adquirir alimentos, pero el 27% de los peruanos no consume los alimentos esenciales para sobrevivir.

Este engaño dice que un 25% de los peruanos no come porque no quiere, dice que una cuarta parte de los peruanos tiene el dinero necesario para comprar alimentos pero no lo hace, dice que ser indigente es una opción libre y soberana, y no una condena de muerte por inanición.

No se pierda mañana Cristal de Mira de Humberto Campodónico.

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