Javier M. Iguíñiz Echeverría*
La crisis afecta a muchos a la vez, de ahí la importancia de la macroeconomía; pero lo hace de varias maneras según el caso, de ahí la de la microeconomía. En lo que sigue vamos a tener en mente en aquellos microempresarios que compiten con empresas con más capital y que aún sin crisis viven a la defensiva, precariamente, en pobreza. La crisis por sí sola agrava esa debilidad relativa. Nuestro argumento principal es que la crisis incide de manera desigual en la ya distinta capacidad competitiva de las empresas. Veamos dos aspectos de esa competencia: la competencia dentro de un mercado y la competencia entre mercados por atraer capital.
1.- En cada mercado los competidores tienen diferentes productividades. Cuando, por ejemplo, las diferencias de productividad en un mercado superan a las de sus tasas salariales, las empresas tienen distinta competitividad. En los mercados donde se concentran los pobres, éstos compiten a menudo con empresas mayores y más productivas. Para mantener su competitividad, los microempresarios deben reducir su consumo y deben evadir los costos de operar cotidianamente bajo el imperio de la ley. De ahí la estrecha asociación de informalidad y pobreza con competitividad.
Es muy difícil salir de la pobreza operando en esos mercados. Por ejemplo, puede coincidir que una microempresa mejore su productividad y que su situación empeore. Ello ocurre cuando esas mejoras son menores que en muchas de las otras empresas con las que compite. Esta paradójica situación, típica del mercado, es un desincentivo mayor a la innovación en las empresas muy pequeñas. Claro, no innovar es peor todavía.
La crisis actual llueve sobre mojado, pues la ley MYPES, la rebaja de aranceles y los TLC, sin contrapesos eficaces, contribuirán al aumento de la informalidad y a la desaparición de microempresas porque aumentan la desigualdad de competitividades en los mercados en los que operan.
2.- La crisis también afecta por medio de la competencia entre inversionistas que mueven su dinero entre distintos mercados. Muchos de ellos son pobres que cambian de giro. La entrada en los mercados en los que más a menudo compiten los pobres requiere de poco capital y la salida de esos mercados requiere de inversiones de mayor volumen que no están a su alcance. Por eso, en economías con poca demanda de trabajo asalariado decentemente remunerado, el mundo de la microempresas está “sobre-poblado”, las tasas de ganancia son ínfimas y se pelea agresivamente reduciendo precios y márgenes. Salir de la pobreza no es fácil. El “emprendedurismo”, igual que la informalidad van a menudo juntos con la pobreza. Bolivia y Perú están entre los más “emprendedores” en el mundo.
Cuando hay crisis muchos despedidos o quebrados se refugian en la creación de microempresas y ello aumenta la cantidad de competidores en cada mercado mientras el tamaño de ese mercado disminuye. En ese contexto, las paradojas emergen más claramente. Por ejemplo, el relativo mayor acceso al crédito para las PYMES puede disminuir el empleo al aumentar el número de MYPES desplazadas de la competencia.
La mayor división del trabajo y, en general, la diversificación de mercados que viene con el crecimiento es muy importante para aumentar las alternativas de los microempresarios. Pero una política bien definida, persistente y bien coordinada de apoyo a las microempresas es clave para neutralizar más adecuadamente los crecientes despidos.
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