Breve descripción de la coyuntura mundial
Nada dice
En el canto de la cigarra
Que su fin está cerca
Bruno Seminario
Basho
Perciben los hombres los hechos ocurridos, los sabios los que se aproximan, y, sólo los inmortales los futuros, decía Filóstrato, en su “Vida de Apolonio de Tiana”, hace ya 17 siglos. Llena de momentos memorables, en la historia humana estos sucesos especiales suelen establecer los lindes de las épocas, pero también es bueno recordar que cuando llegan estos, pocos pueden advertir su real valía. ¿Nos ha tocado vivir en esta frontera concluyente? Crisis económica, pero también intelectual, ideológica, política y social, que pone en cuestión los fundamentales del orden global. Ningún país parece salvarse del derrumbe: el avance de la división del trabajo integró a todos en una vulnerable red; y, ahora el colapso arruina, sin importar la virtud, por igual.
No necesitamos conocer las causas de la crisis para apreciar la magnitud de la nueva catástrofe económica. Según las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la tasa de crecimiento de la economía mundial sería en el año 2009 de 0.5 por ciento, la tasa más baja registrada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Por primera vez en 60 años, la producción de las economías más avanzadas experimentaría un retroceso; en ochos millones aumentaría, en los países de la OECD, el número de desempleados; el volumen del Comercio Internacional de Bienes y Servicios descendería 2.9 por ciento; y, en 100 millones el número de pobres. ¿Cuánta gente en el mundo es capaz de comprender un guarismo tan inmensurable como 32 trillones de dólares, monto en que se estima las pérdidas de los mercados bursátiles? Equivale la cifra al producto interno bruto conjunto de todos los países de la OECD en el 2008, a 275 años de producción en el Perú y excede en 18 veces la suma total de la producción total generada por el Perú como nación independiente. Parece inmenso el costo: el aumento de la deuda pública puede afectar por décadas la marcha de la economía mundial. Se estima que el déficit fiscal de los Estados Unidos podría ser equivalente a 12.5 por ciento de su producto interno bruto, para la Unión Europea se anticipa un escenario similar. Con estos desarrollos, es poco probable que las economías emergentes reciban en los próximos años financiamiento neto de los países de la OECD.
La información estadística que hemos podido conocer, con claridad nos revela que hemos ingresado a una nueva fase de la crisis económica. Si la característica distintiva de la primera fase fue el colapso financiero, ahora la acción se ha trasladado al sector real de la economía: la parálisis del crédito ha afectado fundamentalmente a los sectores más dinámicos de la economía mundial. Habrán podido observar que el descenso de la producción es más intenso en Asia y en la UE que en Estados Unidos. Las estadísticas que muestran la evolución por componentes del PBI de Estados Unidos nos indican que hay una enorme dispersión en las tasas de crecimiento de los distintos componentes de la demanda agregada. A pesar de ésta, podemos extraer la conclusión de que la parálisis del crédito ha afectado fundamentalmente a tres componentes de la demanda agregada. En primer lugar, la demanda de bienes de consumo durables: autos, computadoras, televisores, y, otros aparatos electrónicos. En segundo lugar también ha descendido significativamente el consumo conspicuo. En tercer lugar, la inversión en construcción.
Este patrón de descenso en la demanda ha determinado una drástica reducción en las exportaciones de todas las economías asiáticas. Como todas ellas basan su crecimiento en las exportaciones y su sector industrial se orienta básicamente hacia el exterior no es sorprendente que sea en esta región del mundo donde se observan las reducciones más drásticas en el empleo, los índices de producción industrial, y el producto bruto interno. En efecto, las últimas estadísticas nos muestran que las consecuencias del ajuste han sido drásticas en todos estos países. Sería importante para el Perú analizar la reducción que se ha registrado en el consumo conspicuo, ya que muchas de nuestras exportaciones no tradicionales se orientan hacia este sector. Sin duda, el origen fundamental del crecimiento en la demanda de dicho consumo está ligado al crecimiento del sector financiero y a la concentración del ingreso que ha habido en los últimos años. De manera que no debe sorprendernos que el colapso de la banca de inversión haya provocado un colapso en la demanda por este tipo de bienes y en la gama de industrias y servicios que satisfacían esta necesidad. Además, como varios de los productos textiles y agroindustriales que exporta el Perú se orientan a este sector habría un serio peligro para el futuro de nuestra industria textil. Es probable que, en los próximos meses, comencemos a ver similares efectos en el sector agroindustrial. Asimismo las dificultades en la banca de inversión causarían problemas serios en la demanda de servicios informáticos, pues este sector es el mayor demandante de información.
El descenso en la demanda de bienes durables y en la inversión bruta fija afecta directamente la demanda de metales. Por esta razón, serán estas materias primas las que experimenten en el 2009 los peores desempeños. En América del Sur, Chile y el Perú serán las economías más afectadas. El descenso en los precios reducirá el flujo de inversión directa extranjera pero no necesariamente la cantidad producida que incluso, en el corto plazo, amentaría, porque las minas suelen explotar los yacimientos más ricos cuando caen los precios. Esta respuesta, sin embargo, provocaría una gran acumulación de inventarios en el mercado y prolongaría por varios años la recuperación en los precios. Es probablemente por esta razón que los precios de los metales industriales continúen descendiendo aunque se recuperase Estados Unidos a finales del 2009.
En la UE también se experimentaría una recesión más intensa que en Estados Unidos, pero de una naturaleza diferente. En Europa oriental lo fundamental es la reducción en los flujos de inversión extranjera. Estos países experimentan una crisis muy similar a la que experimentó América Latina en los años ochenta (y también se han visto obligados a recurrir al FMI). En España, Inglaterra y los países escandinavos, la principal causa de la crisis es financiera: en España, por ejemplo, hubo un boom hipotecario muy similar al de Estados Unidos. Ahora, su industria de construcción experimenta una contracción similar a la de Estados Unidos. Inglaterra, en especial Londres, desempeñó un papel crucial como centro de actividad especulativa, de manera que ahora debe enfrentar las consecuencias del desplome de esta industria. En Alemania, sin embargo, la causa puede estar vinculada al comercio exterior. Pero, estos desarrollos económicos, en el caso de Europa, no necesariamente son los que tienen más relevancia. En realidad, todo el proceso ha puesto en severa tensión las instituciones de la Comunidad y por esta razón pueden ser las consecuencias políticas las más relevantes.
¿Qué consecuencias puede tener esta gran crisis sobre la economía mundial? ¿Anuncia, acaso, esta mayúscula catástrofe una radical transformación del sistema mundo? ¿Qué reflejan los hechos de los cuales hemos sido testigos el año pasado? ¿Provocará el colapso del sistema financiero, el retroceso de la producción, el desempleo masivo, las quiebras y los rescates de emergencia una revisión de la misma magnitud en las ideas, la política y el poder en el mundo?
Cuando los historiadores del futuro escriban el relato de esta crisis, no podrán omitir en su crónica el papel que tuvo en ella el cándido optimismo que nubló el entendimiento de los principales protagonistas. Para los optimistas es bastante claro el patrón de desarrollo futuro de la economía mundial. La fuerza básica será el continuo crecimiento de China, la India, Brasil y Rusia, las economías emergentes de mayor tamaño que inducirá un cambio radical en la distribución geográfica de la actividad económica hacia Asia y un aumento en su influencia geopolítica. Provocará este proceso, en primer lugar, un aumento sostenido en el precio de la energía, metales y alimentos, que transmitirá los beneficios a los países exportadores de productos básicos en América Latina y África. También, cambios considerables en el patrón del comercio internacional y los flujos internacionales de capitales. Como consecuencia de éstos se alterará la estructura de gobierno del mundo para reflejar el poder de los nuevos gigantes emergentes. Pero de igual forma el conjunto de alteraciones podría transformar la regulación en los países centrales, ya que es probable que los fondos soberanos de inversiones y los flujos de inversión directa extranjera realizados por estados nacionales sean vistos con preocupación por los políticos de estos países. En este sentido, es probable -por dichas razones- que surja un nuevo protagonismo financiero, pero la justificación de éste podría llevar a una revaluación de los postulados de la globalización, como resultado la cual habrá un incremento del rol del gobierno en la economía mundial, que podrá poner fin a la era neoliberal. El gran problema de la visión optimista es que confunde un resultado que se materializaría al finalizar la presente centuria con la situación efectiva que se observa en el presente.
Nos muestra la historia que la emergencia de un gigante económico y la sustitución de una potencia por otra no es un proceso libre de turbulencias económicas, sociales y políticas. Debemos de considerar que el desarrollo de una economía capitalista, especialmente cuando es tan desequilibrado como el caso chino, no se encuentra libre de retrocesos y crisis profundas. Ya los indicadores de la economía china registran signos evidentes de sobreinversión. Para comenzar, debemos notar que la rentabilidad del capital parece bastante baja, la Inversión en China representa casi el 50% de su PBI mientras que su tasa de crecimiento ha sido de 10 por ciento, es decir, aunque la tasa de crecimiento es sumamente alta, la relación capital producto que se deriva sugeriría una inmensa capacidad de producción con altas posibilidades de no ser utilizada. Luego, el patrón de desarrollo económico chino es excepcional: al apoyarse excesivamente en las industrias de exportación, es sumamente vulnerable a las alteraciones cíclicas que se producen en los mercados de destino de sus exportaciones y a las acciones de política orientadas a limitar su expansión comercial . Es poco probable, también, que los países desarrollados estén dispuestos a ceder a China el control de segmentos estratégicos de su aparato industrial por razones de seguridad nacional. De modo que si China continuase por este camino podría estallar una nueva guerra comercial y así una segmentación creciente del mundo. Esta dependencia de mercados externos hace notar que la estructura comercial China no genera al interior de su país un mercado suficiente como para absorber la producción que podría ocasionar tan monumental esfuerzo de inversión, el modelo mercantilista chino estaría aplazando una futura crisis de subconsumo. Finalmente –para culminar este párrafo- es poco probable que las autoridades chinas controlen en el corto plazo el impacto que sobre el sector financiero de las entradas de capitales, los indicadores sugieren que una facción considerable de los fondos han sido usados en aventuras especulativas, tanto la bolsa como el precio de la propiedad en sus principales ciudades ha crecido a niveles difíciles de justificar.
En cualquier caso, incluso en el escenario que imaginaron los optimistas, no se garantiza en el momento actual una salida fácil de la crisis, porque todavía –desafortunadamente- el dinamismo del mercado estadounidense y las decisiones que tomen sus principales líderes son esenciales para el mundo.