Inversión Extranjera y Balanza de Pagos

miércoles, 7 de febrero de 2007

Escribe Jurgen Schuldt

____________________________________________________________________

No cabe duda que, a partir de 1993, gracias al ingreso relativamente masivo de la inversión extranjera, se ha logrado asegurar temporal y meridianamente la sostenibilidad de la balanza de pagos en el país y, consecuentemente, la acumulación persistente de un stock excepcional de reservas internacionales netas (RIN) que acaba de alcanzar los US$ 17.800 millones. Lo que permitiría un crecimiento económico sostenido, recordando que todas nuestras crisis económicas se desataron por insostenibles déficit externos.
En efecto, la inversión extranjera acumulada entre 1993 y 2006 ascendió a US$ 28.685 millones nominales, de la que 79,5% llegó en su forma directa (US$ 22.802‘) y el restante 20,5% por concepto de privatizaciones (US$ 5.833‘). Esa inversión foránea no solo ha contribuido directamente a evitar la siempre amenazante brecha externa, sino que también lo ha hecho indirectamente por su contribución a la expansión de las exportaciones y, en menor medida, a la sustitución de importaciones que contrajo y a la facilidad con que accedió a créditos externos. Además, ello también ha permitido asegurar los equilibrios externos morigerando la acumulación exagerada de la deuda pública externa, que generalmente se utilizara para asegurar la disponibilidad de divisas en periodos de ralentización exportadora.
Pero no todo es color de rosa en estos florecientes prados. Como es obvio, la inversión extranjera ingresa a nuestras tierras para obtener ganancias y para llevárselas a su país de origen, a no ser que en el país receptor existan las condiciones e incentivos necesarios para reinvertir tales utilidades. Y es en este punto en que queremos concentrarnos en este texto: que ese proceso perfectamente racional puede ir generando –como ya lo está haciendo- una nueva fuente de inestabilidad en nuestra balanza de pagos y, con ello, puede amenazar el crecimiento sostenido de nuestra economía.
Porque resulta que, a medida que los inversionistas extranjeros recuperan su inversión inicial, también aumenta la remisión de sus utilidades al extranjero. Veamos solamente los guarismos correspondientes al último trienio (2004-06), comparando los dólares que ingresaron por inversión externa (US$ 7.839‘) y los que se fueron por utilidades (US$ 13.597‘), según los datos del Banco Central. Lo que resultó en un ‘déficit’, por llamarlo de alguna manera, de nada menos que US$ 5.758 millones. Téngase presente que -solo en el 2006- se fueron casi US$ 7.000’ por remisión de ganancias (incluidas la retenidas, siempre según el BCR), ¡lo que equivale a 8,5% de nuestro Producto Interno Bruto y a casi un tercio de nuestras exportaciones de bienes!
En el gráfico adjunto se presenta, de un lado, la evolución de la inversión foránea directa y por privatizaciones (en azul), pero esta vez en US$ reales, deflactada por el índice de precios al productor de EEUU (con base en el año 2000). De otra parte, se representa la curva de las utilidades reales remesadas (en rojo), cuyo espectacular crecimiento debería comenzar a preocupar a las autoridades, por más apertura financiera y libre mercado que se estaría garantizando en el país. Se observa muy claramente que, mientras la inversión foránea declina en estos últimos quince años, las utilidades remesadas se vienen disparando a ritmos exponenciales, especialmente a partir del 2003 en que éstas rebasan a aquella. Incluso, en los últimos cuatro años del impresionante boom internacional de precios de los metales, la inversión externa aún no llega a los niveles absolutos que alcanzara entre 1994-96.
De manera que las cuentas externas deben merecer un seguimiento bastante más cuidadoso (y menos optimista) por parte de los agentes económicos y, sobre todo, del gobierno. Dado que las características de nuestra estructura económica han cambiado drásticamente desde los años noventa, vienen surgiendo nuevas fuentes de inestabilidad, una de las más importantes de las cuales es precisamente el carácter y las tendencias de la inversión extranjera, tanto por su decaimiento paulatino, como por la succión creciente de excedentes hacia fuera. No menos importante es el acelerado endeudamiento externo del sector privado y el elevado servicio que está asumiendo a futuro. De ahí que, a juzgar por las cifras arriba presentadas, debemos esperar que los futuros desequilibrios externos provendrán, ya no –como tradicionalmente- del sector público, sino del comportamiento del sector privado y muy especialmente en las tendencias de la inversión extranjera y la remisión de las utilidades, con lo que la volatilidad de nuestra economía sería aún mayor frente a crisis económicas internacionales.
Por supuesto que no se trata aquí de despotricar contra la inversión extranjera. Pero sí es necesario que el gobierno tome conciencia de la necesidad de aumentar el ‘valor de retorno’ de esa inversión. Para ello ya no puede seguir con la política actual, que ya postulaba Manuel Pardo en 1860, cuando argumentaba que “...aunque dotado el Perú de todos los elementos que una nación necesita para subir al pináculo de la prosperidad material, presenta en su posición geográfica, en sus continuos disturbios y el poco crédito administrativo y fiscal de su Gobierno, fuertes obstáculos y grandes desventajas que hay que neutralizar halagando al capital europeo con un interés más elevado o más sólidamente garantizado” (Fuente: López, Jacinto,1947. Manuel Pardo: “Medidas económicas del Congreso de 1860. Ley General de Ferrocarriles”, p. 310).
Hoy en día, fracasada esa política decimonónica, más que lisonjear al capital extranjero, el gobierno debería utilizar su poder de negociación para concertar pacífica pero enérgicamente con el capital extranjero, volviendo así al hoy tan abandonado camino propuesto por Haya de la Torre en esta materia, por más cambios en el tiempo-espacio-histórico que se hayan dado en estas épocas de aparente ‘globalización’. Lo que serviría para alcanzar básicamente dos objetivos. De una parte, ¿cómo crear los incentivos necesarios para que el capitalista extranjero reinvierta más en el país, a pesar de que esas empresas se deben a su accionistas que viven en el norte del mundo? Y, de la otra, antes que se sigan desplomando aún más los precios internacionales de los metales, ¿cómo insistir para que paguen regalías las grandes empresas mineras con contratos de (supuesta) estabilidad y que son precisamente las que explican gran parte de las utilidades que migran hacia fuera?

Fuente del cuadro: Banco Central de Reserva del Perú, Cuadros trimestrales históricos, 1980-2006. La conversión a US$ reales corrió por nuestra cuenta.


Publicado en: Gestión, p. 15; y en Insignia, febrero 7, 2007.

Comments

One Comment

RSS
Carlosmares dijo...

Estoy trabajando en Alemania y quiero convencer a mi empresa para que invierta en el Peru. Para eso estuve buscando el siguiente dato:
A cuanto llego la Inversion Extranjera Directa en el 2006? Me he pasado 2 horas en internet tratando de conseguir ese dato y no lo logro.

Ayuda!?

Carlos
carlosmares@gmail.com

Actualidad Económica del Perú

Aportando al debate con alternativas económicas desde 1978

Archives