Waldo Mendoza Bellido
Jefe del Departamento de Economía de la PUCP
La nueva
crisis que amenaza al mundo puede frenar nuestro crecimiento económico. Una
gran lección de la última crisis es que la soberbia es una mala consejera. En octubre
de 2008, en la clausura de la CADE, Alan García dijo “yo les garantizo un
crecimiento económico de 6.5 %”. El Banco Central de Reserva (BCRP) y el
Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) creyeron en ese mensaje, reaccionaron a
destiempo, y ya sabemos lo que pasó.
En la
década pasada, la crisis rusa redujo nuestro crecimiento de 7 % en 1997, a -1 % en 1998. La primera crisis
global de este siglo lo hizo caer de 10 % en 2008 a 1 % en 2009. Que no se
repita.
Cualquiera
sea su naturaleza, las crisis externas significan, en lo inmediato, una
reducción del precio de nuestros minerales (con excepción del oro) y una salida
de los capitales de corto plazo.
El menor
precio de los minerales reduce la recaudación y eleva el tipo de cambio. La
salida de capitales reduce la oferta crediticia, hace caer la bolsa de valores y
también eleva el tipo de cambio. Estos factores enfrían a nuestra economía.
Es
difícil, a estas alturas, decir cuál
será el tamaño de esta crisis. No puede descartarse, sin embargo, que puede ser
tan o más grande que la de 2008-2009.
Primero,
porque ahora habrían varios “epicentros,” en Europa, además de Estados Unidos.
Segundo, porque los márgenes para hacer política fiscal y monetaria expansiva en
el centro casi no existen. Tercero, en el afán de no ser degradados como Estados
Unidos, muchos países europeos pondrán en marcha ajustes fiscales.
En nuestro
país, la capacidad de responder es hoy mayor que en 2008, porque el BCRP tiene
casi US $50 000 millones de reservas y el MEF cuenta con cerca de US $6 000
millones en el Fondo de Estabilización Fiscal.
En 2008, la
crisis externa nos encontró en pleno auge económico; ahora nos encuentra en
plena fase de desaceleración. El BCRP y el MEF deben empezar a hacer uso de
estas fortalezas. El BCRP debe bajar la tasa de interés de referencia, y vender
dólares para inyectarlos al sistema financiero y evitar un alza desmedida del
tipo de cambio. En el caso del MEF, la inversión pública es la variable central
de política, pero ojo con los cuellos de botella que impidieron su uso a tiempo
en la crisis anterior.