Armando Mendoza
Con cada día, se
hace más evidente que hemos entrado a un periodo de volatilidad financiera y
desaceleración económica global; y que con la reciente reducción del rating
crediticio de los EE.UU., se ha iniciado una reacción en cadena de consecuencias
impredecibles. En estas circunstancias; es bueno hacer memoria y rescatar las
lecciones de la pasada recesión del 2009 para la política económica; no sólo sobre
lo que se debe hacer, sino también; y en particular; sobre lo que no se debe
hacer.
-1ro. No asumir que estamos “blindados”
Si
algo deben evitar los ejecutores de la política económica, es caer en el
triunfalismo barato del 2008-2009; cuando, ante las crecientes señales de
desaceleración económica, el gobierno proclamó que “estábamos blindados”,
perdiéndose un tiempo valioso en reaccionar ante la crisis.
Por
supuesto, la realidad dejo en claro que no estábamos para nada “blindados”,
pues la economía se desaceleró brutalmente en el 2009, con un crecimiento casi nulo
del PBI (0.9%), que, en opinión de más de un conocedor, en realidad fue un
decrecimiento real.
Ojala
esta vez dejemos de lado las declaraciones bombásticas, y se asuma con realismo
y responsabilidad (pero, sin histerias) que vamos a ser impactados y es
necesario tomar medidas al respecto.
-2do: Aplicar el sentido
común
Si
alguna lección podemos extraer del pasado, es que la respuesta estatal debe
basarse en el sentido común. Es decir: ante una desaceleración económica y
contracción de la inversión privada, la respuesta debería ser expandir el gasto
público para alimentar el crecimiento. Así de simple.
El
problema es que esta lección a veces se olvida. Justamente eso pasó en el 2008,
cuando ante las señales clarísimas de recesión, el entonces Ministro de
Economía, Valdivieso, salió con la peregrina idea de “modular” el gasto
público, contrayéndolo; es decir, el equivalente a querer curarse la gripe
bañándose en agua helada.
Ojala,
esta vez prevalezca la sensatez y se apliquen políticas contracíclicas. En ese
sentido, la rápida implementación de algunas propuestas del gobierno; tales
como la pensión 65 o la expansión de Juntos; podrían tener un beneficio
secundario: contribuir a incrementar la demanda interna y moderar la corriente
recesiva.
-3ro. No posponer las
reformas
En
la presente coyuntura, sin duda más de uno saldrá a pescar a río revuelto,
proclamando que no es el momento de hacer olas, y, por ello, hay que archivar el
impuesto a las sobreganancias mineras, suspender la renegociación de los
contratos de Camisea, patear para adelante la reforma laboral, etc., etc., etc.
No
caigamos en esa trampa. Justamente en coyunturas como la actual debe tomarse
conciencia de la necesidad de tener bases sólidas para nuestro desarrollo
económico y social; y, por ello, hay que avanzar en la reforma tributaria, la
reforma laboral, el proceso de descentralización, la revisión de la política
comercial, entre otros temas críticos que no debemos posponer.
En suma, estamos en
un periodo que exige un manejo firme y responsable de la política económica;
pero que ello debería ser un acicate para el cambio; porque una crisis, bien
administrada, puede ser una oportunidad; y esa es una lección que vale la pena
recordar.