Germán Alarco Tosoni
Investigador CENTRUM Católica
El final del primer gobierno aprista fue desastroso. Muchos de nosotros recordamos como entre mediados de 1989 y julio de 1990 se ampliaron brechas y acumularon desequilibrios cambiarios, en precios y fiscales que colocaron en serios aprietos al siguiente gobierno, atándole las manos y obligándolo a que implementara una política de estabilización. El siguiente gobierno se inició con el Fujishock, aunque había otras opciones. Ahora veinte años después, nuestros gobernantes no parecen aprender la lección. Las recientes modificaciones a la política económica pueden generar una burbuja, misma que podría explotar con las nuevas autoridades más temprano que tarde.
Entre 1985 y 1990 la gestión económica tuvo diferentes etapas. Del inicio y hasta finales de 1986 fue heterodoxa para frenar las presiones inflacionarias, aprovechando los márgenes de maniobra otorgados por los niveles de las reservas internacionales y la situación fiscal. Luego en 1987, ante la presión de la balanza de pagos y fiscal, se implementó una serie de ajustes discrecionales y se intentó estatizar la banca. Entre 1988 y el primer cuatrimestre de 1989 se aplicaron diversos ajustes macroeconómicos, con el más drástico en septiembre de 1988. A partir de mayo de 1989 se trató de aprovechar los márgenes de maniobra que se habían generado con los programas de ajuste y estabilización. La fiesta se reinició, con la posterior resaca, que muchos conocimos.
Ahora a finales del 2010 se procedió a reducir los aranceles, desprotegiendo a las actividades productivas nacionales, en circunstancias en que el sol se está apreciando. Esta circunstancia debilitó los ingresos públicos. Ahora se acaba de reducir el IGV y el ITF a un costo cercano de 0.75% del PBI. Se pretendió reducir los impuestos selectivos a los combustibles y desde el MEF se envían señales para disminuir el impuesto sobre la renta. Las deudas a las refinerías crecen aceleradamente ante los mayores precios de las referencias internacionales. La burbuja se está inflando.
La ideología del gobierno aprista es diferente a la anterior, aunque sus prácticas son parecidas. La prohibición al BCRP de financiar al gobierno imposibilita una crisis como la de 1990. No hay posibilidad de alta inflación o hiperinflación. Sin embargo, la inflación importada de los commodities, los embalses en los combustibles, los ajustes de las tasas de interés y la ausencia de superávit fiscal pueden colocar en aprietos al siguiente gobierno. Las autoridades actuales deben ser responsables, dejando márgenes de maniobra al sucesor y no una política de estabilización ad-portas (En: La Primera, 11/3/2011, p.10).