Javier M. Iguíñiz Echeverría
Las cifras de pobreza promedio en el Perú son importantes para tomarle la temperatura a la economía pero tales cifras no bastan para orientar la política social. La conversión de ingreso en calidad de vida depende de muchos factores, entre ellos la discapacidad, pero también la edad.
Acoplamiento de desventajas por tercera edad
Las capacidades de las personas consisten en lo que ellas pueden hacer o ser en la vida. Aunque esas capacidades dependen de cuánto ingreso se tiene, también dependen de otros factores. Uno de ellos es la edad o la salud. Dificultades en salud y limitaciones de ingreso, como sabemos bien, se “acoplan” y unas agravan a las otras.
Como señala Sen en La idea de la justicia: “Las desventajas para competir, como la edad, la discapacidad o la enfermedad, reducen nuestra habilidad para ganar un ingreso. Pero también hacen más difícil convertir ingreso en capacidad, puesto que una persona mayor, más discapacitada o más enferma puede necesitar más ingreso (para asistencia, tratamiento o prótesis) para realizar las mismas actividades (incluso si esa realización fuera, en efecto, posible en absoluto).” (286) Los ancianos debieran ser económicamente hablando menos pobres para vivir lo más parecido posible a los que son más jóvenes que ellos.
Las cifras dicen lo contrario. En las cifras publicadas por el INEI, hay un salto en pobreza cuando se llega a 60 o más años de edad. La incidencia de la pobreza en personas entre 55 y 59 años es 24.6%, la incidencia entre 60 a 64 es 24.6% y entre 65 a 69 sube a 30.4% y se mantiene a ese nivel con 29.5% a los 70 años o más. La tercera edad requiere una política especial.
De modo similar, la pobreza de ingreso se convierte a menudo en desnutrición y ésta, a su vez, puede dificultar la obtención de empleo y de ingreso. “Así, la pobreza real (desde el punto de vista de la privación de capacidad) puede fácilmente ser mucho más intensa que lo que podemos deducir de los datos.” (Sen 2010: 286).
Desventajas de largas consecuencias: infancia
Algo parecido sucede aunque por distintas razones con los niños y niñas. En este caso, a la fragilidad propia de la edad y al riesgo de no sobrevivir se suman los efectos a menudo irreversibles sobre la capacidad cognitiva y de resistencia a la enfermedad así como la fuerza física de las personas. Lo que no se hace por ellos y ellas a esas tempranas edades a menudo se arrastra para siempre.
Las cifras de pobreza del INEI indican una clara desventaja para los infantes. Mientras el promedio de incidencia de pobreza en el Perú se estima en 34.8%, la del grupo de edad entre 0 y 4 años en 48.9%. Similar es la cifra, 48.0% para quienes tienen de 5 a 9 años. La pobreza excepcional para el Perú persigue también la vida de los escolares más allá de la primaria pues entre 10 y 14 años la incidencia es 45.4%.
Así, se genera un círculo vicioso por ese acoplamiento entre la pobreza de ingreso y la capacidad de desempeñarse en la vida, cosa que refuerza la desventaja en ingreso.
Prioridad de políticas
En esas edades, la pobreza de ingreso es más grave que en otras en un doble sentido: porque hay mayor incidencia y porque hace más daño a las capacidades tanto presentes para desenvolverse en la vida como es el caso de los ancianos, como para lograr en el futuro una ocupación que permita vivir con lo que se gana y para desempeñarse en ella de manera adecuada. Son más pobres aquellos a quien más daño hace la pobreza. Se requiere una política especial que tome en cuenta tales desventajas.
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