Armando Mendoza
En el Perú, el impacto del Cambio Climático se manifiesta de múltiples maneras: el incremento de la frecuencia y virulencia del Niño y la Niña, la desaparición de los glaciares andinos, o los episodios de sequía severa en la Amazonía, son todos fenómenos relacionados al calentamiento global de la atmosfera. Así, las perdidas económicas para nuestro país -y el resto de la región- debido al Cambio Climático son y serán considerables.
Acorde a un informe de la Comunidad Andina, para el 2025 los países andinos sufrirían una perdida total, en dicho año, por un monto superior a los US$ 30 mil millones de dólares debido al Cambio Climático. En el caso del Perú, dicha perdida ascendería a casi US$ 10 mil millones anuales, equivalentes al 4.4% del PBI, lo cual no es moco de pavo, por lo que el impacto del Cambio Climático se convertirá en una de las principales barreras para nuestro desarrollo en las próximas décadas.
Este es un tema que el Estado debe encarar, planificada y responsablemente, con políticas y visión de largo plazo. Según el Ministerio del Ambiente, la adaptación al Cambio Climático en el Perú requerirá US$ 647 millones de dólares anuales para el 2015, y otros US$ 347 millones serán necesarios para combatir la deforestación. No es poco dinero del que hablamos aquí, por lo que urge establecer mecanismos de financiamiento.
El problema es que da la impresión de que la atención del Gobierno esta puesta sólo en promover “soluciones de mercado” como los llamados Mecanismos de Desarrollo Limpio, que son proyectos para reducción de la emisión de gases contaminantes en los países en vías de desarrollo, lo que genera un crédito ecológico que puede comercializarse. Por ejemplo, una fábrica que contamina en Estados Unidos, en lugar de reducir sus emisiones, lo que hace es financiar un proyecto de reducción de emisiones en el Perú, usando la reducción en nuestro país como crédito ecológico en Estados Unidos. Así, ha surgido un activo mercado internacional de créditos sobre emisiones, que genera cuantiosas ganancias.
Aunque los Mecanismos de Desarrollo Limpio son, sin duda, una herramienta útil ante el Cambio Climático, existe preocupación de que su manejo este distorsionándose, convirtiéndose en un mero instrumento para beneficio de inversionistas y especuladores privados. Así, entidades como el Banco Mundial, entre otras, señalan serias limitaciones en la utilidad de estos Mecanismos de Desarrollo Limpio, los cuales no pueden ser un sustituto a la acción de los gobiernos y de las políticas públicas.
Nuestra estrategia ante el Cambio Climático debe entenderse como una cuestión ligada al bienestar social y el desarrollo sostenible, no como otra oportunidad para llenarle los bolsillos a la gran empresa. Asumir que basta con la iniciativa privada para resolver nuestros graves problemas medioambientales es una creencia tan extravagante como la que impulsó la “privatización de la reconstrucción” en Ica tras el terremoto del 2007. Ya hemos visto el papelón que fue eso. Esperemos que esta vez, al Gobierno no se le ocurra lavarse nuevamente las manos y “privatizar” la política medioambiental.
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