Por Francisco Durand
Prof. en la universidad de texas, san antonio, EEUU, (UTSA)
Prof. en la universidad de texas, san antonio, EEUU, (UTSA)
Una revista indispensable, principalísima fuente de todo lo que sucede en Palacio y San Isidro, había publicado un suelto a principios de mayo que contradecía mi hipótesis sobre las divisiones empresariales en el Perú contemporáneo. En efecto, Caretas reportaba que CONFIEP y la Sociedad Nacional de Industrias (SNI) habían formado una comisión para que los industriales volvieran al redil. Poco después el tiempo me ha dado la razón al formarse hace poco la Alianza Empresarial para el Desarrollo. Siguen comentarios y no faltan banderillas.
Al parecer el esfuerzo unitario se habría ahogado en el mar de fondo, o mejor dicho, en el fondo profundo del mar peruano. No hay vuelta al pasado. Lo que ha aparecido, o más bien reconstituido, es la alianza empresarial entre la SNI, la Asociación de Exportadores (ADEX) y la Cámara de Comercio de Lima (CCL). CONFIEP, por tanto, ha fracasado en su intento de atraer a capitales medianos y ampliar su mermada capacidad representativa.
Hubo un tiempo, en los gloriosos 90, donde la confederación integraba más gremios, llegando incluso a incorporar a las pequeñas empresas; pero luego vinieron los amarres con el poder, el juego de silencios, y su automarginación. ¿De qué servía, cabe preguntarse, la CONFIEP o las CADE cuando los grandes temas económicos se discutían en reuniones cara a cara con los grandes inversionistas en Palacio? Esa manía promocional, cabe remarcar, empezó con Alberto Fujimori. Sus sucesores, con la excepción honrosa del finado Valentín Paniagua, que se ufanaba en decir, “soy uno de los pocos políticos que no ha viajado en un avión de Romero”, la mantuvieron. Todavía no estoy seguro si estas actividades promocionales son hoy una simple pasarela para inversionistas o una fórmula disimulada de lo que en República Dominicana llaman, con mucha propiedad y poca vergüenza, acuerdos de aposentos.
Dejemos estas faenas de lado. Lo importante en el mundo empresarial de hoy es que se ha formado un bloque empresarial alternativo. Era hora, aunque se veía venir. En 1998 se formó una coordinadora entre estos tres “gremios fundadores”. Se habían cansado de que la CONFIEP estuviera tan cerca al poder, y les pareció demasiado que los intereses mineros y financieros cambiaran los estatutos y los hicieran a un lado, manejando desde entonces la institución. Por eso Eduardo Iriarte de la SNI le escribió una carta anunciando su salida, señalando que “las seis instituciones que fundaron CONFIEP han visto disminuida su participación en la institución” (noviembre 6, 1998). Luego vinieron los reacomodos del nuevo siglo. ADEX volvió a la CONFIEP cuando, durante el gobierno de Toledo, le ofrecieron un ministerio a su presidente. Tal era la capacidad para manejar nombramientos que tenían.
La vuelta de Eduardo Farah a la presidencia de la SNI, su choque con Luis Carranza por los cambios arbitrarios de aranceles del 2007 (su gremio, uno de los principales afectados, no fue consultado pero sí las corporaciones beneficiarias, probablemente por lobby), la vuelta de Carranza al MEF luego de que sacaran al buen Valdivieso, el hecho de que había un espacio por llenar si estos gremios participaban con línea propia en el debate sobre política económica, la lucha más intensa por los estímulos fiscales; todo ello explica por qué ha renacido la Alianza para el Desarrollo Empresarial.
La cuestión es qué tan alto volará, si va a hacer Política o simplemente política. Esta capacidad de manejo del corto plazo, y sus inevitables menudencias, y la de crear y difundir una visión del desarrollo nacional (no proponer un simple enganche convoyero a la globalización a lo IPE), es lo que va a marcar el futuro de esta vieja/nueva Alianza.
Este artículo también lo puede leer en http://aeperu.blogspot.com
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