El Precio de los Productos Energéticos

miércoles, 10 de diciembre de 2008



Germán Alarco Tosoni1
Investigador Principal, CENTRUM Católica

Los precios de los energéticos son fundamentales en la medida que establecen, al igual que con cualquier bien o servicio, las señales de mercado para que los diferentes agentes productores, consumidores intermedios y finales evalúen y ejecuten decisiones. A través de estas señales los productores deciden invertir en la exploración y explotación de petróleo crudo o gas natural; si es conveniente refinar este crudo para producir petrolíferos como la gasolina, el diesel, el GLP u otros. Las generadoras de energía eléctrica deciden con estas señales si utilizan gas natural, diesel o se orientan a producir con otras fuentes como la hidroenergía, energía eólica, energía geotérmica, energía solar, energía nuclear, biocombustibles, energía maremotriz o aprovechan residuos industriales (aceites y grasas, llantas), entre otras.

Estas señales se producen en los mercados donde actúan pocos o numerosos ofertantes y demandantes que actúan con criterios de maximización, que pueden coludirse e imponer barreras a la entrada y donde en todo momento se tienen en cuenta las referencias de precios para los mismos productos u otros homogéneos a nivel internacional. De raíz estos mercados energéticos están intervenidos por la presencia del Estado y prácticas que para algunos son “no competitivas”, mientras que para otros se trata de actividades usuales que se dan en todos los mercados. EE.UU. otorga muchas facilidades o “subsidios” para la generación eléctrica a partir de aprovechar la energía nuclear. Arabia Saudita, Rusia y Venezuela aprovechan la amplia disponibilidad de gas natural para contar con precios internos por debajo del mercado internacional, que contribuyen a mejorar las condiciones de vida de su población e incentivan el desarrollo de la industria petroquímica. La presencia y actuación de la OPEP es parte de esta realidad global donde hay intereses que muchas veces se contraponen y otras veces se complementan.

No se debe pontificar el rol de la iniciativa privada y de la “libertad” en los mercados del sector energético. En la Francia de hoy en día toda la generación eléctrica se realiza a través de una empresa pública (EDF) que participa en los mercados internacionales como una empresa privada cualquiera y alrededor del 70% de su generación es a partir de la energía nuclear. Los temores que para algunos suscita la generación nuclear se mitigan con precios al consumidor más reducidos en las localidades cercanas a estas plantas. La totalidad de la producción de hidrocarburos en México está a cargo de Pemex, una empresa pública, y sería muy discutible compartir parte de su excedente neto de US$ 70,000 millones anuales (con precios de US$ 90-100 por barril) con otras empresas privadas internacionales. De otra parte, la planeación de la oferta y demanda de energía es una realidad común a nivel internacional, a excepción del Perú. Al respecto, se sugiere revisar la información publicada por la Agencia Internacional de Energía, el Departamento de Energía de los EE.UU., o la Secretaría de Energía de México, entre muchas otras donde se planifica con horizontes entre 10 y 25 años hacia adelante.
El sector energético es complejo. No existen fórmulas simples y comunes aplicables a todos los países. No existe tal mano invisible y por el contrario esta es muchas veces más visible de lo que debiera para atender intereses de utilidades extraordinarias muy particulares. Dentro de las reglas que nos imponen y aceptamos para el sector energético está la ley de un sólo precio, que consiste en plantear que los precios internos deben establecerse de acuerdo a las referencias internacionales ajustadas por el movimiento de la paridad cambiaria y los costos de transporte por la nacionalización de dichos precios a nuestro país.

Origen de la ley de un sólo precio

No negamos que esta política aplicada y pregonada por muchos tiene fundamento económico. El Fondo Monetario Internacional (FMI) la incorporó en nuestros países a través de los programas de ajuste para reducir la demanda agregada, aumentar la oferta tanto a través de mejorar el uso eficiente de los recursos como incrementar la capacidad instalada y mejorar la competitividad internacional. El FMI propone la eliminación de los “subsidios” aplicados a los precios de los energéticos. Sin embargo, no tiene una recomendación única, ya que esta puede ir desde cubrir los costos marginales de largo plazo y evitar subsidios cruzados, hasta proponer llegar a un nivel cercano o equivalente a la paridad de la importación, tomando en cuenta los costos de distribución. Para el FMI mantener los precios domésticos por debajo de los niveles internacionales resulta en un subsidio al consumo doméstico. Esta política sería para ellos ineficiente y poco equitativa, implicando costos de oportunidad (ingresos dejados de percibir). Asimismo, el traspaso completo y automático de las modificaciones en los precios internacionales a los domésticos es para ellos una solución óptima en una economía de mercado competitiva, estableciendo señales de mercado que no exponen a las finanzas públicas ante la volatilidad de los precios de los hidrocarburos.

El fundamento teórico de ajustar periódicamente los precios de los energéticos de acuerdo a las referencias internacionales y el tipo de cambio se establece cuando el comercio es libre y no tiene costos, los bienes idénticos, independientemente del lugar, deberían ser vendidos a un mismo precio. Al respecto, Krugman y Obstfeld (1999) señalan diversos elementos que limitan o condicionan la aplicación de este principio, iniciando con la problemática de los costos de transporte y las restricciones al comercio que encarecen el desplazamiento de los productos entre diferentes mercados. El caso extremo sería el de los bienes no comerciables, generalmente del sector servicios y de la vivienda, determinados exclusivamente por las curvas de oferta y demanda locales.
Algunos comentarios críticos

Un segundo conjunto de casos se refiere a la presencia de mercados con competencia imperfecta, de prácticas monopolísticas u oligopólicas que debilitan la relación que existe entre los precios de productos similares que son vendidos en diferentes países. El caso extremo ocurre cuando una empresa vende un producto a diferentes precios en diferentes mercados en razón a la combinación de una diferenciación de productos y de mercados segmentados.

Si bien el producto puede ser homogéneo a nivel internacional sus condiciones de oferta no tienen porque serlo. El bien en cuestión puede ser más o menos abundante, su localización puede implicar costos más altos o más bajos, los componentes de los costos de extracción y de procesamiento pueden ser diferentes, las tecnologías para la producción heterogéneas y sus posibilidades de crecimiento mayores o menores dependiendo del grado de utilización de la capacidad instalada y la capacidad de crecimiento de la producción en el mediano y largo plazos, afectando las niveles y tendencia de la función de oferta agregada.

Asimismo, no debemos olvidar que la demanda por un bien particular en cada país o territorio es diferente, no sólo como resultado de los gustos y preferencias locales, sino principalmente del nivel de ingreso de sus habitantes, los precios de los productos sustitutos y complementarios que podrían obligar a que el ofertante diseñe e implante una política particular de precios que promueva que dichos bienes sean absorbidos por el mercado local. En el caso de los energéticos, los precios de éstos en los EE.UU. están asociados a las condiciones de la oferta y las posibilidades de adquisición por parte de la población de dicho país y desvinculados de las realidades de otros países en especial los Latinoamericanos donde el nivel de ingresos per cápita es cuando mucho la cuarta parte del norteamericano.

Un tema de gran importancia para el caso de la demanda de los productos energéticos en América del Norte respecto de los países sudamericanos es su marcada variación estacional en el verano y en el invierno, que genera precios más elevados en sus mercados internos que se trasladarían a nuestros países. En el extremo de la paradoja, la industria petroquímica en nuestros países pagaría, de aplicar la ley de un sólo precio, este insumo y combustible a precios de América del Norte a pesar que su demanda no se incrementa y omitiendo que éste gas natural se produce bajo condiciones climatológicas que no generan efecto alguno sobre dicha oferta.

En cualquier libro de microeconomía convencional se puede observar que la agregación de mercados no se realiza a través de asumir el comportamiento de tomador de precios. Esta agregación implicaría determinar las funciones de oferta y de demanda para cada uno de los productos de la industria petrolera, del gas natural y electricidad de los países analizados. El precio y la cantidad de equilibrio sería el resultado de la intercepción de las dos funciones para cada producto y servicio, que a su vez resultarían de la suma de las cantidades ofertadas y demandadas en cada país para cada nivel de precios. Las funciones de demanda integradas tienen diferentes elasticidades a las de cada país considerado en forma independiente.

Sólo como ejemplo, la integración del mercado energético canadiense al de los EE.UU. generó una oferta más elástica (hasta de pendiente negativa) en los casos del gas natural y la electricidad, que en la práctica condujo a la reducción de sus precios en el mediano y largo plazos. Lo anterior, tanto por la mayor dotación de recursos y menores costos de producción, como la mayor participación de la energía hidroeléctrica (con menores costos variables) en la canasta de producción de electricidad. El mantener la ley de un sólo precio paradójicamente neutraliza las ventajas de la integración de los mercados, podría validar prácticas no competitivas y por tanto distorsiones en los mercados.

La aplicación de la ley de un sólo precio se asocia poco con el comportamiento de las firmas en mercados competitivos. Asimismo, no tiene correspondencia con las prácticas de las denominadas empresas de clase mundial que no sólo tienen que ser rentables, sino que deben preocuparse por menores costos y precios, de la calidad, la relación permanente con los consumidores, la flexibilidad en sus procesos y productos, la modernización de los procesos de producción, la oportunidad en la entrega de sus bienes y servicios, del involucramiento de sus trabajadores en los procesos de toma de decisiones (empowerment), el desarrollo de productos, la mejora tecnológica, la mayor responsabilidad ambiental, en la seguridad de sus trabajadores y la sociedad en general.

Industry Week determina anualmente cuales son las mejores plantas industriales en los EE UU. La relación de indicadores utilizados es numerosa y comprende las áreas mencionadas anteriormente. No sólo se trata que reduzcan los costos de producción, sino que las empresas con mejores prácticas deben reducir los precios a sus usuarios. Se preguntan que ha ocurrido con el precio del producto típico y el 76% de las empresas en los últimos seis años señalan que los han reducido entre una media y mediana del 4 al 9%, lo que en la práctica significa contribuir a aumentar el excedente del consumidor.

Reflexiones finales

La aplicación de la ley de un sólo precio tiene su origen en los tradicionales programas de ajuste y cuenta con fundamento económico. Sin embargo, desaprovecha las ventajas competitivas del país asociadas a su dotación de recursos, no refleja cabalmente la integración de los mercados al neutralizar las sinergias que se producirían al momento en que ésta se pueda convertir en realidad y podría validar situaciones de competencia imperfecta.
El abandono de este principio no es una cuestión sencilla. Su presencia tradicionalmente reduce el bienestar de los consumidores y genera costos en términos de un menor nivel de actividad económica (por su impacto en los precios que reducen el ingreso real de la población), pero es útil para mejorar el resultado de la cuenta corriente de la balanza de pagos y de las finanzas públicas si previamente hay “subsidios”.

El aprovechar nuestras ventajas requiere en primer lugar que nuestras reservas de hidrocarburos se certifiquen a nivel internacional. De esta forma se podrá definir si existen o no márgenes de maniobra para actuar en consecuencia. Es fundamental incorporar el instrumento de la planeación (con acciones de concertación) en el sector energético, analizar cuidadosamente las proyecciones - perspectivas internacionales y regionales, evaluar escenarios de modificar la estructura de precios relativos en modelos de equilibrio general. Diseñar y aplicar un portafolio de metodologías y herramientas que permitan promover el desarrollo del aparato productivo en una perspectiva de mediano y largo plazos. Corea del Sur y muchos otros países asiáticos, de acuerdo a A. Amsdem, son ejemplos de como las políticas mal denominadas de “precios equivocados” pueden conducir, si se aplican con riguroso análisis y consistencia, a un mayor nivel de desarrollo. 12-9-2008.
1 Se agradecen los valiosos comentarios de Patricia del Hierro, aunque toda la responsabilidad del texto final me corresponde. galarco@pucp.edu.pe

Keynes y los Espíritus Animales

lunes, 8 de diciembre de 2008

Pedro Francke

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John Maynard Keynes decía que eran los “espíritus animales” de los inversionistas, que reaccionan a veces con euforia y a veces con pesimismo, los causantes de los ciclos económicos y las recesiones. Hoy, que Keynes ha regresado con tanta fuerza, debemos enfrentar otros espíritus animales.

El espíritu de Alan García frente a la crisis internacional es como el que simboliza el avestruz: metemos la cabeza bajo tierra y ya no hay crisis. Hará grandes discursos, pero como el avestruz se rehúsa a reconocer la realidad e insiste en que se trata de una “crisis de crecimiento”. Es también una avestruz agresiva: como no le gusta la realidad, amenaza a los mensajeros que traen las malas noticias con expulsarlos en una balsa. García insiste en que la mejor respuesta ante la crisis es cerrar los ojos, negar la realidad y gritar fuerte que tenemos fe como quien sigue a un carismático orador evangelista (él), y así atraeremos capitales, seremos felices y comeremos perdices.

Pero lo cierto es que los pronósticos son cada vez peores. No cabe duda que esta crisis es una de las más graves en un siglo. La recesión ya está oficialmente declarada en Estados Unidos, Europa y Japón, mientras cientos de miles pierden su empleo. El crecimiento de EEUU para el próximo año se estima en -1%. Rescatar al Citibank costó 45 mil millones de dólares más el respaldo a créditos dudosos por otros 200 mil millones. Ford, GM y Chrysler no sobreviven sin otros 30 mil millones. En el Perú ya los bancos y empresas de consultoría empresarial, siempre optimistas, han bajado sus pronósticos de crecimiento para el 2009 en 3 puntos porcentuales, y dicen que puede ser peor. No se puede seguir como el avestruz.

El ministro Valdivieso conoce el riesgo de la crisis; lo dijo públicamente antes de la agudización de la crisis internacional en setiembre pasado. No es como el avestruz. Pero como ex - funcionario del FMI, se comporta como ha hecho por décadas y aplica la misma receta que siempre recomienda el FMI: recorte del gasto público. Pero cuando la economía entra en recesión, reducir el gasto público disminuye aún más la demanda, agravando la crisis. Tiene el espíritu simbólico de los lemmings: se dice – no es verdad pero quedémonos con la imagen – que estos animalitos, parecidos a los cuyes, cada cierto tiempo se suicidan en masa. Por miles se dirigen hacia el mar y se meten en él, muriendo ahogados.
KEYNES DE REGRESO….

En ese contexto, ha ganado un amplio consenso la necesidad de aplicar una política keynesiana de estímulo a la demanda. Todos recordamos que hablar de políticas keynesianas, que implican una masiva intervención estatal en la economía para atenuar los ciclos del capitalismo, era hasta hace unos años una mala palabra para nuestros neoliberales criollos. Después de todo, su ideología es de “libre mercado”, e insistían en que nada que hiciera el estado en la economía puede ser bueno. Felizmente, han aprendido.

Entre la recesión provocada por la inacción del BCR en la crisis de 1999, la terca insistencia de Oscar Dancourt en sus clases universitarias y lo que hoy hacen en el mundo Estados Unidos, Europa, Japón y China ante la crisis, han cambiado de opinión. La Confiep, Jaime de Althaus y Gonzalo Prialé hoy claman por una rápida y masiva intervención del estado para reorientar una economía que, si la dejamos al “libre mercado”, se va en picada. Que agradable sorpresa.

Pero hay dos problemas críticos que estos nuevos “keynesianos de derecha” no llegan a comprender. Ellos correctamente insisten en una política keynesiana de estímulo a la demanda, pero quieren profundizar el camino que hemos seguido estos años, el de un neoliberalismo con altos privilegios a las grandes empresas y apertura externa con TLCs. En otras palabras, pregonan el libre mercado excepto en tiempos de crisis, cuando lo que proponen es ayudar a los bancos y darles más fondos a las grandes empresas para “estimular su inversión”.

Su propuesta es, entonces, que el estado financie una serie de grandes inversiones de infraestructura, pero bajo un esquema en el que estas inversiones se dan en concesión a las empresas privadas pero con subsidio del estado. La idea general de una combinación público-privada en infraestructura no es mala per se, pero como de costumbre quieren ganar a río revuelto: altas ganancias para la empresa privada, mientras el estado subsidia fuerte y asume los riesgos. Además, esas inversiones son lentas cuando lo que se necesita es una respuesta rápida, y atraer capitales cuando todos se están concentrando en los países desarrollados, es poco efectivo.

…PERO CON GASTO SOCIAL Y EQUILIBRIO EXTERNO

Por el contrario, pensamos que en una época de crisis debe ponerse énfasis en el gasto público directo y con contenido social. Este puede incluir construcción de infraestructura, pero directamente financiada por el Estado, resguardando el interés público y privilegiando aquella que es intensiva en empleo, como son las pequeñas obras comunales, el agua potable y desagüe y el mantenimiento de colegios, centros de salud y caminos rurales. Este tipo de pequeñas obras fueron, de hecho, un componente esencial en la política keynesiana pero de corte social con la que Franklin Roosevelt enfrentó la recesión de los años 30s y estableció el llamado “New Deal”.

Otro componente importante de un gasto público social en épocas de crisis con los gastos de protección social, que en los países desarrollados se centran en el seguro de desempleo, pero que por estas latitudes pueden implicar programas de empleo temporal, más gasto en educación y salud, refuerzo de esquemas pensionarios o ampliación de programas nutricionales.

El segundo problema crítico que se olvidan de considerar en esta crisis es el problema externo. Nuestras importaciones se han duplicado en los dos años de gobierno aprista, impulsadas por la rebaja de aranceles y el retraso cambiario. La caída de precios de nuestras materias primas – el cobre ha pasado de 3,50 dólares la libra a menos de 1,50 – y la menor demanda de nuestras exportaciones no tradicionales como los textiles, hacen insostenible importar 2,500 millones de dólares mensuales.

Hemos perdido en tres meses US$ 5,000 millones de reservas internacionales, y con ese desequilibrio externo, no aguantamos un año. ¿Es que ya olvidamos el desastre que fue la economía en el primer gobierno de Alan García, cuando las RIN se agotaron y la devaluación e inflación se dispararon? Reestablecer aranceles, defendernos del dumping y las importaciones subsidiadas, reducir las importaciones de bienes de lujo, promover nuestras exportaciones no tradicionales más agresivamente y devaluar con cautela, son medidas indispensables que no deben demorar en tomarse.

Ante la Crisis:Mas Gasto Social



Pedro Francke
Más vale tarde que nunca. Parece que el gobierno se prepara a hacer frente a la crisis internacional que golpea nuestra economía. Felizmente, el Presidente García da muestras de estar recapacitando, deja de repetir el mantra de “tengan fe que estamos blindados” y anuncia un discurso con medidas anti-crisis. Ahora que los despedidos ya suman miles, más y mejor gasto social debe ser una de las acciones prioritarias.
Primero lo primero
Vale la pena insistir en que la política económica debe tener como objetivo mejorar la vida de la gente. Si en los últimos años de crecimiento económico la educación y la salud no han mejorado y los niños, los ancianos y las personas con discapacidad han estado desatendidos, por lo menos deben ser protegidos durante la crisis. Si muchas familias pobres no se beneficiaron durante los años de “vacas gordas”, pues que no sufran ahora las consecuencias en los tiempos de “vacas flacas”. Si ya la economía, por los ciclos provocados por el mercado, dejará a cientos de miles sin empleo y reducirá los magros precios que los campesinos reciben por sus productos, pues que tengan un alivio con mejor educación, salud y programas sociales.
Las ventajas reactivadoras del gasto social
Pero en una situación de crisis, aumentar el gasto social tiene también una lógica macroeconómica. Es claro que cualquier paquete anti-crisis tiene que aumentar el gasto público. Así lo están haciendo Estados Unidos, Europa, China y muchos otros países. Sólo así se podrá compensar la caída en la demanda agregada, que se está produciendo por las menores compras de nuestras productos en el exterior y por la disminución y el encarecimiento del crédito.
El gasto social es un tipo de gasto público que tiene algunas ventajas en el impulso a la demanda agregada. Pensemos en pagar mejores salarios a los maestros y profesionales de la salud, construir y refaccionar colegios y centros de salud, y otorgar pensiones a los más pobres que están desamparados en su vejez, por mencionar algunas opciones. La ventaja más importante de estos gastos es que los pobres no compran carros importados o se llevan sus ganancias al exterior, sino que compran alimentos y ropa, aumentando así la demanda para los agricultores e industriales nacionales. De esta manera, ayudan a las empresas y al empleo nacional, y no drenan unas reservas internacionales que hoy debemos cuidar al máximo.
El gasto social también tiene la ventaja de que puede aumentarse con rapidez, de un mes a otro. Incluso programas que den empleo temporal construyendo pequeñas irrigaciones o rehabilitando caminos rurales pueden establecerse en pocos meses, lo que no sucede con las grandes obras de infraestructura. Estas son muy necesarias, pero recordemos lo que pasó con el llamado “shock de inversiones” con el que se estrenó la política económica del actual gobierno: 18 meses después todavía no terminaba de despegar. Y en tiempos de crisis, sólo unas semanas de retraso pueden tener graves consecuencias.
La crisis como oportunidad
Algunas de las mayores innovaciones en política social se han dado en coyunturas de crisis. En los Estados Unidos, el New Deal keynesiano de Roosevelt y el seguro de desempleo; en el Perú, los comedores populares y el vaso de leche, son algunos de los programas creados durante las crisis.
La crisis puede ser la oportunidad para que el estado peruano empiece a atender algunos sectores sociales hasta hoy desatendidos, universalice la cobertura de algunos programas existentes o establezca nuevos programas sociales. El establecer pensiones asistenciales a quienes en la vejez no tienen apoyo económico, ampliar el programa “Juntos” o los Wawawasis, institucionalizar con una remuneración a las promotoras de salud comunitarias, son algunas opciones.
La crisis posiblemente golpee en mayor medida a algunas ciudades de la costa, que han crecido fuertemente en los últimos años en base a la agroexportación y la construcción. Un monitoreo continuo de las condiciones sociales en el país y una respuesta rápida con programas de empleo temporal en pequeñas obras de infraestructura, debería establecerse como un sistema permanente ante emergencias sociales.
Más y mejor gasto
La crisis demanda un aumento del gasto público, pero hay que insistir en mejorar la calidad de este gasto. El mayor gasto social debe orientarse a mejorar la eficiencia y la eficacia. Más gasto sobretodo donde más se necesita, en las zonas rurales más pobres y en las zonas urbanas donde haya mayor pérdida de empleos. Gasto orientado a resolver los problemas críticos de la educación y la salud, contratando personal con bonificaciones especiales para comunidades rurales. Presupuesto para un aseguramiento universal efectivo en salud. Gasto para programas que aprovechen y potencien la red social de los comedores populares, vaso de leche y organizaciones comunitarias.
Keynes redistributivo
Ante la crisis, ha ganado un amplio consenso la necesidad de aplicar una política keynesiana de estímulo a la demanda. Todos recordamos que hablar de políticas keynesianas, que implican una masiva intervención estatal en la economía para atenuar los ciclos del capitalismo, era hasta hace pocos años una mala palabra para los neoliberales. Al extremar su ideología de “libre mercado”, insistían en que nada que hiciera el estado en la economía puede ser bueno.
Felizmente, han aprendido. Entre la recesión provocada por la inacción del BCR en 1999, la terca insistencia de algunos profesores universitarios keynesianos y lo que hoy hacen Estados Unidos, Europa y China ante la crisis, han cambiado de opinión. Hasta la Confiep hoy clama por una rápida y masiva intervención del estado para mantener a flote una economía que, si la dejamos al “libre mercado”, se va en picada. Que agradable sorpresa.
Pero el ver a unos cuantos concentrar los beneficios económicos del crecimiento, sin que se beneficie la mayoría, ya ha causado fuertes tensiones en la sociedad peruana. Que ahora, por la crisis, empeoren las condiciones de estas mayorías, puede resultar insoportable. Un programa reactivador es necesario, pero éste no puede consistir en que se destinen los recursos fiscales principalmente a grandes empresas constructoras asegurándoles altos beneficios, con el pretexto de las “Alianzas Público-Privadas”. Aunque siempre algo es mejor que nada, una respuesta de este tipo será poco efectiva en lo social y en lo económico.
El énfasis de un programa anti-crisis tiene que estar en mayor gasto social para mejorar la educación y la salud y proteger a los más vulnerables.

¿Mejor una balsa que una fosa?

martes, 2 de diciembre de 2008

Farid  Matuk

El Perú tiene que librarse de esas taras y lo mejor que pueden hacer es poner en una balsa a todos esos que hablan por hígado, envidia o frustración personal y lanzarlos por el mar a que se pierdan. (Alan García – 20/XI/08)


Ciertamente la tolerancia presidencial para con los disidentes es digna de alabanza, perdonar la vida en lo inmediato, con la abierta esperanza que naufraguen, tiene un grado de incertidumbre que carece la ejecución sumaria, para luego ser arrojado en una fosa e incinerado con kerosene.

A continuación se muestra un gráfico con datos del INEI que con certeza producirá agrado presidencial, el PBI per cápita se incremente sistemáticamente desde el segundo trimestre de 2006 (el último de la gestión Toledo) de alrededor de 11,000 soles hasta el tercer trimestre de 2008 (el mas reciente de la gestión García) a cerca de 13,500 soles. Un meritorio incremento del 21% que seguramente ha pasado inadvertido por El Peruano, y por ello no ha sido objeto de una primera plana.

 

Pero este crecimiento del PBI per cápita es absolutamente iluso porque el hambre en el Perú no se ha reducido como consecuencia del crecimiento económico que tanta alegría presidencial produce. La gestión Toledo en el segundo trimestre de 2006 dejó un 30% de los peruanos que no consumían los alimentos necesarios para vivir, y dos años después la gestión García a elevado esta cifra al 33%. Es decir que el crecimiento económico se ha traducido en mas peruanos que no consumen lo esencial para vivir.

Esta situación de reducción de la calidad de vida de los peruanos en los últimos dos años se produjo en un contexto de auge económico mundial, que el Perú aprovechaba a través de sus exportaciones, pero un tercio de los peruanos seguían viviendo sin los alimentos imprescindibles. En el presente tenemos una crisis económica mundial, que ya ha colocado en recesión a Europa y a Estados Unidos, y sólo es materia de tiempo que el Perú también participe de esta recesión.

La necedad presidencial de mantener un crecimiento económico artificial, se traduce en la pérdida acelerada de dólares que se observa el gráfico a continuación obtenido con información disponible del Banco Central, para los meses de Octubre y Noviembre de este año.

 

En solo dos meses se ha perdido un quinto de los dólares que el Banco Central tiene para respaldar los soles en manos del público. Dado el contexto internacional, y la necedad presidencial de obtener un crecimiento de 6.5% para el próximo año, se tendrá que al fin del verano 2009 no habrá mas dólares para respaldar nuestra moneda, y la recesión será aguda e intensa producto de la miopía económica de la actual administración.

La secuencia de los hechos es música que todos conocemos de pasadas recesiones. Primero el gobierno culpará los factores externos y no reconocerá su falta de previsión. Luego concluirá que existe un exceso de demanda, en otras palabras significa que los salarios son muy altos, y por ello es necesaria su reducción. Siendo el vehículo de la reducción una devaluación traumática que restaurará el equilibrio externo, gracias al incremento de la pobreza. Y como dijo el Premier Hurtado Miller en 1990: “Que Dios nos ayude”

¿Será 2009 el inicio de una crisis similar a la de los años treinta?

Germán Alarco Tosoni
Investigador principal CENTRUM Católica

El mercado de valores norteamericano se ha contraído en 35.8% entre finales del 2007 y el 22 de octubre de 2008, con un valor cercano a la caída del 36% en 1929. Recién acaban de aparecer los primeros indicios de la fase contractiva al reportarse la caída en la producción industrial norteamericana del 2.8% en septiembre, respecto del mes anterior. La revista The Economist proyecta un cierre para el 2008 con una tasa de crecimiento positiva del 1.6%, mientras que entre 1930 y 1933 el PBI real cayó en 26.6%, considerando una contracción de 8.6, 6.4, 13, y 1.3% para cada año del período señalado.

Hay dos factores comunes relativos a que ambas crisis coinciden con la fase final de la etapa expansiva del respectivo ciclo de largo plazo de la economía internacional. Antes entre 1880´s-1890´s hasta 1930´s-1940´s y ahora entre 1930´s-1940´s hasta 1980´s-1990´s, precedidos por periodos de alto crecimiento en la década de los años veinte y de los noventa. Estos ciclos largos determinados por Kondratief, luego por Schumpeter y ahora por Dosi, Freeman y Pérez se asocian en la expansión a la creación e incorporación de un factor clave, a la aparición e incorporación de nuevos productos, nuevas tecnologías, nuevos mercados, nuevas formas de organización de las empresas, entre otros elementos.

El periodo previo a estas crisis, años veinte y noventa, se caracterizaron por importantes movimientos de capital que buscaron opciones financieras para reproducirse ante la caída en las tasas de ganancia de los sectores productivos reales. En ambos periodos no hubo regulación en los mercados financieros y de divisas internacionales, en un caso por decisiones de política y en el otro fue previo al nuevo sistema monetario-financiero internacional de Bretton Woods en 1944. Para nuestra suerte, los mercados de valores a partir del año 2000 se han autoregulado, con importantes alzas y bajas que evitarían caídas violentas a partir del 2009. Entre 1920-1929 las cotizaciones de la bolsa de Nueva York crecieron casi sin cesar 3.8 veces, razón por la cual el aterrizaje a la realidad fue abrupto.

Dos nuevos elementos entrelazados asoman en la crisis actual. La estructura de distribución del ingreso más concentrada a favor de las utilidades de las empresas y menor hacia los salarios que promueve una menor demanda efectiva y nivel de actividad económica. El otro factor es el relativo a que estos problemas de demanda exigen la intervención del estado para mitigarlos, tanto a través de una política monetaria expansiva como de la política fiscal anticíclica. Sin embargo, la crisis actual no es resultado de la intervención estatal, sino que esta se origina por la incapacidad del sistema económico de sostener su propia tasa de crecimiento y para lo cual es imprescindible que la Reserva Federal actúe reduciendo las tasas de interés y se inventen, entre otras, aventuras bélicas para justificar mayores niveles de gasto público.

Para suerte de todos, tanto la existencia de las ideas de J.M. Keynes como las acciones de coordinación de la política económica y financiera internacional son una realidad ahora a diferencia de lo que ocurrió al estallar la crisis del 29. En esa época las primeras respuestas fueron de corte ortodoxo. En la quincena de octubre, luego de las primeras quiebras y la abrupta caída en los mercados de valores, ya se han realizado acciones de coordinación internacional, definido los grandes lineamientos y montos de la política de rescate para impedir la crisis del sistema bancario internacional. Sin embargo, estas aún no son garantía de que la crisis se pueda resolver. Los programas tienen problemas de diseño y enfrentarán problemas en su implementación, se ha roto el principio de predecibilidad de las políticas y se promueve comportamientos de riesgo moral, ya que los que generaron los problemas no han sufrido las consecuencias de sus actos, promoviendo la probable repetición de los mismos.

Otra hipótesis que podría explicar que la caída en el nivel de actividad no sea tan drástica ahora como antes se ubicaría en el debilitamiento del parámetro que vincula el efecto riqueza en el consumo. Tradicionalmente en la medida que el valor del acervo de los activos, incluidas las tenencias de acciones y las propiedades inmobiliarias, se hace menor, se reduce el consumo, la demanda, la inversión, el nivel de actividad económica y los niveles de empleo. Ahora en cambio, al igual que la reducción de la incidencia negativa de los precios del petróleo en la economía norteamericana de las últimas décadas, la extrema variabilidad del mercado de valores observada desde el año 2000 habría reducido la importancia de este canal de transmisión del mercado financiero sobre el sector real.

Es evidente que la articulación de las políticas fiscales, y en menor medida de las monetarias ante la trampa de la liquidez, evitarán que la crisis en el mercado de valores y del sistema bancario genere efectos tan graves sobre el aparato productivo como lo ocurrido en los años treinta. Es obvio que el PBI real decrecerá, pero al parecer no en las magnitudes observadas antes. Lo que también es claro es que la política fiscal tiene un límite, ya que no podrán inventarse nuevas guerras. El periodo de contracción cederá a otro de estancamiento económico prolongado hasta que se creen e introduzcan nuevos productos, nuevas tecnologías, se creen nuevos mercados, en fin se establezca un nuevo paradigma tecnoeconómico incluyente como ocurrió a partir de los años cincuentas.

En este panorama de estancamiento económico pueden surgir varias alternativas. La del aislacionismo económico, que condenaría al estancamiento a nuestras economías, luego de articularse hacia fuera. La otra podría ser un símil a las devaluaciones competitivas previstas antes. La tercera es que la crisis promueva un nuevo reordenamiento de la economía a nivel internacional, que inicie con la aplicación de las otras propuestas de J. M. Keynes y M. Kalecki relativas a mejorar la estructura de distribución del ingreso, a través de los impuestos a los ingresos y las herencias, para reducir los problemas de demanda efectiva y propiciar un nuevo orden financiero internacional. La lucha contra la inequidad y la pobreza, mitigar los daños al ambiente pueden ser parte de los nuevos retos.

El nuevo orden financiero y monetario internacional no sólo debe reexaminar el rol de los organismos financieros multilaterales y las “reglas” de los mercados monetarios. La crisis se originó por la hipertrofia de los mercados de valores y en los instrumentos derivados. Se debe limitar las operaciones con tales instrumentos en los bancos, hay que incorporar más supervisión y frenar las operaciones especulativas que pueden colocar en riesgo a los países y al sistema global. La imposición del impuesto Tobin a las transacciones financieras internacionales es una imperiosa necesidad para amortiguar tales fluctuaciones y generar recursos para orientar al desarrollo económico y social sostenible.

Política Macroeconómica de Vacaciones

sábado, 29 de noviembre de 2008


Waldo Mendoza Bellido


Un sismo económico está recorriendo el mundo. El epicentro es Estados Unidos y sus ondas están remeciendo al planeta Tierra. Más de la mitad del mundo está en recesión y el resto puede seguir la misma ruta. En todo el mundo se están tomando medidas para enfrentar la crisis; menos aquí. Nos hemos tomado en serio lo del blindaje y lo del “Perú, refugio de la inversiones del mundo”. La política macroeconómica está de vacaciones.


Para que el sector externo no explote y para que la economía siga creciendo, no sirve limitarse a la receta del curandero: “Si tienes fe, sanarás”. El MEF y el BCRP tienen que actuar desde hoy para impedir la primera recesión y crisis de balanza de pagos de este siglo.


La probabilidad de una crisis de balanza de pagos, o de una recesión en el 2009, no es nula. Un sismo de grado mucho menor, con epicentro en un país emergente – Rusia, 1998- provocó una crisis de balanza de pagos, un salto de más de 15 % del tipo de cambio real entre fines de 1998 y principios de 1999, que nos trasladó de la euforia, con 7% de crecimiento en 1997, a la depresión, crecimiento de -1 %, con quiebra de bancos incluida, en 1998.


La amenaza de crisis de balanza de pagos y de recesión existe porque no se ha activado aun una política macroeconómica apropiada para enfrentar al choque de demanda externo más fuerte de las últimas décadas.


Las cuentas externas han pasado de azul a rojo. La recesión mundial, que ha hecho caer nuestras exportaciones, con importaciones aun dinámicas, ha producido en octubre un déficit comercial de más de USD$ 300 millones, el más alto de los últimos 10 años. Por otro lado, se han interrumpido las líneas de crédito externo de corto plazo para los bancos locales.


En un sistema de tipo de cambio libre, este choque externo debiera tener un impacto notable sobre el precio del dólar, cosa que no ha ocurrido aquí. En los últimos meses, mientras el resto de países latinoamericanos ha devaluado en más de 20 %, nuestro tipo de cambio está prácticamente fijo. Vender dólares para mantener el tipo de cambio fijo, y mostrarlo como ejemplo de solidez de la economía peruana, es imprudente.


A la velocidad que se están perdiendo reservas internacionales- US$ 6000 millones en los últimos tres meses- una de nuestras fortalezas, tener elevadas reservas, puede convertirse rápidamente en historia. Hay muchos ejemplos, aquí y en el mundo, que un esquema de intervención cambiaria que retrasa el tipo de cambio puede terminar en una crisis de balanza de pagos. Esto es, un salto virulento del precio del dólar que ocurre cuando el banco central se queda sin las reservas suficientes para seguir defendiendo el tipo de cambio.



Cuando el tipo de cambio salta, de la euforia puede pasarse rápidamente a la depresión: México 1994, Perú 1998, Brasil 1999 y Argentina 2001 son algunos ejemplos que muestra la historia. El deterioro de los salarios reales y la incapacidad para pagar las obligaciones en moneda extranjera de familias o empresas que tienen ingresos en moneda nacional, que produce el salto del dólar, son los activadores o amplificadores de la recesión.


El problema es que el BCRP sigue operando como si la inflación fuese el problema central y por eso ha congelado el tipo de cambio. Pero la inflación, a pesar de los ajustes recientes en algunos precios regulados, descenderá en los próximos meses, por la caída de la inflación mundial y la reducción de nuestro ritmo de crecimiento.


Por otro lado, el nuevo contexto externo amenaza también con interrumpir el crecimiento de la economía peruana. Primero, porque la caída de la demanda por nuestras exportaciones está afectando al precio y al volumen de nuestras exportaciones. Segundo, porque se están recortando las líneas de crédito del exterior con el que se financia parte del crédito bancario en dólares. Tercero, porque la caída de los precios de nuestras exportaciones, al bajar la rentabilidad de algunos proyectos en marcha y otros que estaban en proceso, está reduciendo el ritmo de crecimiento de la inversión privada.


El cuarto factor, que no se ha activado aun, y que puede decidir el curso futuro que tome la economía peruana, es la dirección que tomará el crédito bancario agregado. El auge del crédito bancario que ha sostenido el crecimiento reciente puede interrumpirse como resultado de la salida de capitales, por alguna señal de fuerte enfriamiento de la economía o por la amenaza de una crisis de balanza de pagos. En estos casos, el optimismo exagerado de banqueros y empresarios puede convertirse rápidamente en un pesimismo infundado, paralizando el mercado de créditos y la inversión privada.


¿Qué hacer para que la economía peruana siga creciendo en el 2009 y, al mismo tiempo, no explote una crisis de balanza de pagos?


En política fiscal, además de poner el pie en el acelerador de la inversión de los gobiernos regionales y locales que tienen recursos del Canon y las regalías, hay que cambiar el Proyecto de Presupuesto 2009 para hacer un espacio a la inversión pública del Gobierno central que compense la caída de demanda externa. Hoy, a diferencia de 1998, el fisco cuenta con esos recursos financieros y no hay necesidad de pasar por el aval de los mercados internacionales, vendiendo bonos afuera, ni del FMI, cuyos tecnócratas, en escenarios como el actual, suelen recomendar bajar el gasto público y subir la tasa de interés.


En política monetaria, hay que conjurar la sequía crediticia en moneda extranjera con una política monetaria expansiva en moneda nacional. Eso significa que debe iniciarse una fase de reducciones de la tasa de interés de referencia del BCRP que amortigüe los efectos de la contracción del crédito en moneda extranjera.


Sin embargo, esta política keynesiana, apropiada para economías más grandes y más cerradas, puede ser aquí el detonante de una crisis de balanza de pagos, porque deteriora la balanza comercial y puede acelerar la salida de capitales. Por eso, en el Perú, esta política necesita estar acompañada de una elevación apreciable pero ordenada del tipo de cambio real, aun cuando eso signifique demorar la caída de la inflación y, simultáneamente, de acciones que frenen el crecimiento de las importaciones, sin afectar a la producción nacional, como el alza del ISC a los bienes importados.


Si evitamos una crisis de balanza de pagos y mantenemos una tasa de crecimiento decente en el 2009, podremos decir, con propiedad, que el Perú es una estrella que logra observarse en un cielo nublado.

Notas de Un Posible Balsero

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Kurt Burneo

El Presidente de la República ha amenazado con embarcar a
todos los que somos pesimistas (es decir, realistas) respecto al
curso futuro de la economía peruana en una balsa y lanzarla al
mar para que se pierda.. A riesgo de ser embarcado en la balsa, creo
que es preferible ser realista y señalar los problemas que el
manejo macroeconómico peruano tendrá que encarar.


Para el año 2009, el FMI y la OECD proyectan que el centro de
la economía mundial atravesará una recesión sin precedentes
(EEUU, Zona Euro y Japón que explican el 65% del PBI mundial),
iniciada en la segunda mitad del 2008; nadie conoce su duración
y está asociada a una crisis financiera internacional que se ha
traído abajo a una impresionante lista de los más grandes
bancos e intermediarios financieros del planeta. Estas recesiones
asociadas a crisis financieras son más severas y prolongadas
que las recesiones normales.

En esta coyuntura, que el Presidente declare que nuestra economía
será inmune a estos desarrollos externos negativos, o que
afirme (como una suerte de conjuro mágico) que las inversiones
vendrán al país porque “somos una isla de bonanza
económica”, o que diga esta es una crisis capitalista de
crecimiento, o que su principal propuesta económica para
enfrentar la crisis externa sea insistir en el libre comercio, define
una peligrosa inacción de la política macroeconómica.

Esta recesión más crisis financiera se transmite a la periferia a
través de diversos canales de contagio. El primero es el
financiero: Salida de capitales, no renovación y/o recorte de
las líneas de crédito del exterior menores remesas. El
segundo es el bursátil: Mayor volatilidad y tendencia a la
baja de la bolsa de valores limeña. El tercero es el
comercial: Desplome de los precios internacionales de las materias
primas que exportamos y así menores ingresos fiscales
principalmente por la caída del impuesto a la renta, también
disminuyendo la demanda para nuestras exportaciones no tradicionales.
Por ultimo, tenemos el canal de las expectativas:Los agentes se
vuelven mucho mas conservadores para tomar sus decisiones de
inversión o consumo y de prestar o no dinero. La suma de estos
efectos afectara adversamente la tasa de crecimiento del PBI y el
ritmo de creación de nuevos puestos de trabajo. Y, además,
la suma de estos efectos genera ya fuertes presiones al alza del tipo
de cambio. Mas que invocaciones a mantener la fe, o a la filosofía
del sí se puede, lo que se necesita es una dosis indispensable
de pragmatismo para enfrentar eficazmente estos efectos adversos de
la crisis externa.

Una primera decisión está referida a no esperar la
manifestación e intensificación de los inevitables
efectos adversos de la crisis externa sobre el crecimiento económico
peruano para desarrollar una política fiscal y monetaria
expansivas, contracíclicas: Sostener el gasto de capital y
reducir la tasa de interés de referencia y la tasa de encaje
en moneda nacional a fin de dotar de liquidez a los bancos y prever
futuras restricciones del crédito.

Una segunda decisión, cuando ya tenemos un déficit de
balanza comercial en setiembre ultimo, es que el BCR deje de vender
dólares (el flujo de la posición de cambios en octubre
fue de –US$ 3,044 mills) al ritmo al que lo viene haciendo;
permitiendo una moderada devaluación. Actualmente se esta
utilizando las reservas de divisas de modo prematuro, dada la
incertidumbre sobre la duración de la crisis externa. Además,
está generando una creciente pérdida de competitividad
de nuestra industria debido a que nuestros socios comerciales (por
ejemplo, los países de la región) tienen ritmos
devaluatorios frente al dólar mucho mayores que el nuestro.

Una tercera decisión es aumentar las tasas arancelarias
aplicables a bienes suntuarios ( licores, cigarrillos, vehículos
de alta cilindrada para uso personal y embarcaciones de recreo etc);
si bien en términos de recaudación ello no revertiría
sustancialmente el déficit en cuenta corriente, éste
ajuste incremental apuntalaría una percepción menos
asimétrica respecto a la distribución de la carga
tributaria por parte de los ciudadanos a pie. Al final, es la
política macroeconómica peruana la que puede amortiguar
(si esta bien hecha) o agravar (si esta mal hecha) los inevitables
impactos de la crisis externa; y lo digo aunque me gane un puesto en
la balsa.

Keynes desde la periferia

lunes, 10 de noviembre de 2008

Félix Jiménez
Economista Ph. D.
Profesor Principal de la PUCP

El presidente Alan García en su discurso pronunciado en la CADE 2008 dijo, refiriéndose a la crisis internacional, «hay que comprar los libros de Keynes». Pero, si él los hubiera comprado y leído antes de iniciar su segundo gobierno, habría recusado las políticas neoliberales del Consenso de Washington que el fujimorismo aplicó ignominiosamente en nuestro país. Habría propuesto el desarrollo de los mercados internos, sin renunciar al comercio ni subordinar el crecimiento a él; y, se habría empeñado en desarrollar un mercado financiero y de capitales que nos proteja de la globalización financiera.

Pero, como sabemos, abrazó el ideario del «fujimorismo económico», que dolarizó el sistema financiero, que deprimió el tipo de cambio real, que encareció el costo del crédito y que redujo la inversión pública hasta niveles perversos atentando contra los pobres con el deterioro de las carreteras, de los ferrocarriles, de las postas médicas, de los hospitales, de las escuelas, de los colegios y de las universidades públicas. Quizá por esta razón el presidente García nunca entendió que para salir de la secuela recesiva de la crisis financiera de 1998, se adoptaron políticas macroeconómicas y regulatorias a tono con el keynesianismo. Bajó la tasa de interés, aumentó el tipo de cambio real, se redujo la exposición del sistema financiero y de las cuentas fiscales al riesgo cambiario, y se dio inicio a un estilo de crecimiento menos primario exportador y, por primera vez, acompañado con superávit crecientes en la cuenta corriente de la balanza de pagos.

De cómo se redujo la fragilidad económica y financiera
La crisis financiera de 1998 permitió extraer una lección importante para economías pequeñas, abiertas al mundo como la nuestra. Con una cuenta de capitales abierta, el sistema bancario y financiero local mal regulado, la tolerancia a la expansión de deudas (pública y privada) en dólares, y el descuido del sector externo, constituían los principales factores de contagio y propagación de las crisis financieras externas.

La lección aprendida, entonces, no era que las crisis se prevenían generando recurrentes superávit fiscales. Las lecturas de Keynes y Minsky, desde una economía semidolarizada y abierta como la nuestra, sirvieron para que el equipo económico del período 2001-2006 imaginara e implementara un conjunto de políticas preventivas para protegernos de nuevos shocks externos adversos. En primer lugar, se adoptó una política explicita de acumulación de reservas internacionales, para que el BCR pueda actuar como prestamista de última instancia y, por esta misma razón, para morigerar la volatilidad del tipo de cambio. Se introdujo una regla de intervenciones cambiarias esterilizadas, con este propósito, junto a una regla de política monetaria que permitió anclar las expectativas inflacionarias. En segundo lugar, se limitó severamente el endeudamiento externo de corto y largo plazo por parte de las empresas bancarias, con lo cual se evitó la expansión del crédito en moneda extranjera a familias y empresas cuyos ingresos son fundamentalmente en soles. Y, en tercer lugar, se puso en marcha el programa de creadores de mercado de deuda pública interna, en soles, para aislar las cuentas fiscales de los riesgos de mercado (cambiario y de tasa de interés) asociados al predominio de deuda en moneda extranjera, mediante su sustitución por deuda interna en soles, y también para reducir el riesgo de refinanciamiento de la deuda pública alargando sus plazos de vencimiento.

Todas estas medidas se orientaron a proteger financieramente a la economía porque generaban las condiciones para crear activos o títulos en soles (sustitutos de los activos en dólares), que son menos expuestos al contagio. El citado programa tenía además el propósito de impulsar el desarrollo del mercado de capitales en soles, con la creación de una curva de rendimientos que sirvió de referencia para las emisiones privadas que se hicieron en los últimos años. Faltó, sin duda, reformar el respectivo marco regulatorio para permitir que las empresas productivas, pequeñas y medianas, financien sus inversiones con emisiones de bonos en soles y, también, para que las AFPs destinen parte importante de sus fondos a la compra de bonos, en moneda local, para financiar inversiones públicas y privadas en infraestructura económica y social.

Keynes desde la periferia ahora
El gobierno actual debilitó estas piezas institucionales. Alentó el endeudamiento privado en dólares, deterioró el sector externo de la economía, no hizo nada para aumentar la presión tributaria y abandonó el programa de creadores de mercado de deuda pública afectando su profundidad y liquidez y, con ello, la expansión del mercado de capitales en soles.

No obstante lo anterior, los voceros del gobierno afirman que no habrá recesión, que los efectos de la crisis internacional serán reducidos porque creceremos el próximo año a la tasa de 6.5%. Pero esto no es lo que afirmaría un buen lector de Keynes desde la periferia. Para realmente contrarrestar los efectos de la crisis internacional, no hay que subir la tasa de interés ni recortar el gasto público. Esta es la receta fondomonetarista que hoy se está aplicando en Hungría. Si queremos crecer a la tasa de 5 o 6% el próximo año, primero, hay que impedir el agravamiento del déficit externo imponiendo aranceles a las importaciones de los bienes de consumo conspicuo. Segundo hay que adelantarse al ataque especulativo contra nuestra moneda y a la salida masiva de capitales, subiendo gradualmente el tipo de cambio. Esto atenuará la reducción acelerada de las reservas internacionales del BCR y, además, contribuirá a restablecer el equilibrio del sector externo. No sabemos dónde se originaría el ataque especulativo, pero se dice que hay instituciones que están deshaciendo sus posiciones para refugiarse en el dólar. Seria bueno que se congelara inmediatamente el límite de las inversiones en el exterior de las AFPs en el nivel actualmente utilizado. Tercero, hay que programar ya un incremento del gasto público priorizando las inversiones en infraestructura y los gastos en sectores sociales. Por último, el Estado debe garantizar la deuda externa de los bancos locales solo con la condición de hacerse propietario de sus acciones si las garantías se efectivizan.

Keynes desde la periferia jamás aconsejaría endeudarse en el exterior en dólares para enfrentar los efectos de esta crisis y, sin duda, sentiría vergüenza ajena si escuchara a un gobernante afirmar que «muchísimos en el mundo van a decir que el Perú es un país sólido» si logra colocar bonos en el mercado internacional por 600 millones de dólares.

Cómo enfrentar la crisis que nos amenaza

lunes, 20 de octubre de 2008

Félix Jiménez
Economista Ph. D.
Profesor Principal de la PUCP

La actual crisis internacional tendrá fuertes efectos recesivos e inflacionarios sobre la economía peruana. También tendrá efectos financieros que pueden poner en peligro al sistema bancario local. Primero, porque disminuirán las exportaciones tanto por la caída de los precios internacionales de los metales como por la recesión en USA, Europa y Japón; lo cual acrecentará el actual déficit del sector externo (balanza en cuenta corriente). Segundo, porque se reducirán los ingresos fiscales por la caída de los precios de las materias primas. Tercero, porque desaparecerá el boom del crédito en dólares que estimuló el crecimiento económico de estos dos últimos años. Las líneas de crédito que obtenían los bancos locales en el exterior se han cortado y/o encarecido por la crisis financiera externa. Cuarto, porque aumentará la salida de capitales del país lo que, junto con el déficit de la balanza en cuenta corriente, presionará al alza del tipo de cambio. Este aumento del tipo de cambio tendrá efectos inflacionarios y afectará negativamente a todos aquellos que tienen deudas en dólares pero ganan en soles.

Aumentando la fragilidad de la economía

Estos efectos negativos sobre la economía peruana de la crisis internacional serán mayores de lo necesario debido a las modificaciones contraproducentes de la política macroeconómica efectuadas durante los dos últimos años. Estas modificaciones han aumentando la vulnerabilidad de la economía ante cambios adversos en el contexto internacional, en lugar de reducirla.

En primer lugar, el actual deterioro externo de la economía (creciente déficit en la balanza en cuenta corriente), es también resultado de la drástica reducción arancelaria, de la aceleración del crédito bancario al sector privado en moneda extranjera y de la caída del tipo de cambio real. Las importaciones crecieron de manera espectacular mientras se desaceleraron las exportaciones. El déficit en la cuenta corriente del segundo trimestre fue de 4.5% del PBI y es muy probable que este año termine con un déficit de 7% del PBI. En consecuencia, aún sin la recesión mundial, los neoliberales de este gobierno, al igual que lo hicieron antes, ya nos conducían directamente a una crisis del sector externo. Y todavía no hemos firmado el TLC con China.

En segundo lugar, el crecimiento de la deuda externa de corto y largo plazo de los bancos locales, ocurrido durante el último año, justo desde que se inicio la crisis financiera en USA, fue fomentado por el Banco Central. Las medidas más importantes fueron el aumento de la remuneración al encaje en moneda extranjera y la exoneración de encajes a los pasivos externos mayores de dos años.

De diciembre de 2006 a agosto de 2008, la deuda externa del sistema bancario aumentó en cerca de 500%. El 45% de esta deuda externa es de corto plazo. En este mismo período el crédito al sector privado de las empresas bancarias en dólares aumentó en 46.6%. La deuda externa financia el 41.1% de estos créditos en moneda extranjera.

Esta deuda externa aumenta la fragilidad del sistema financiero porque ante un recorte abrupto de estos recursos externos puede generarse una crisis bancaria similar a la que ocurrió en 1998 que tiene efectos recesivos y eleva el tipo de cambio. A esto, habría que sumarle la elevación del límite operativo de las inversiones de las AFPs en el exterior hasta 30%, cosa que también incrementará la presión alcista sobre el dólar.

En tercer lugar, la ausencia de una reforma tributaria, junto al «óbolo minero» y la pérdida de ingresos tributarios por más de 3 mil millones de soles por las rebajas arancelarías, han acentuado la inestabilidad de las cuentas fiscales ante cambios adversos en el contexto internacional. Un sistema tributario regresivo como el actual impide aumentar el gasto público durante las recesiones. Nótese que en el presupuesto del próximo año ya se ha recortado el gasto en inversión pública ante la eventualidad de una caída de los ingresos fiscales.

¿Qué hacer?

Primero, hay que impedir el agravamiento del déficit externo. Para ello debe imponerse aranceles a las importaciones a los bienes de consumo conspicuo o elevar el respectivo impuesto selectivo al consumo de estos bienes importados.

Segundo, hay que evitar un ataque especulativo contra nuestra moneda y una salida masiva de capitales. Para ello debe dejarse subir gradualmente el tipo de cambio, que atenuará la reducción acelerada de las reservas internacionales del BCR y, además, contribuirá a restablecer el equilibrio del sector externo. Asimismo, debe congelarse el límite de las inversiones en el exterior de las AFPs en el nivel actualmente utilizado y que no supere el 17%.

Tercero, hay que evitar un ajuste recesivo de tipo fondomonetarista porque genera desempleo y pobreza. Para ello debe aumentar, en lugar de recortarse, la inversión publica en infraestructura económica y social, así como el gasto en los programas sociales.

Cuarto, hay que evitar una crisis bancaria como la del 98, pero sin repetir el atentado contra las arcas del Estado que promovió el fujimorismo con el «rescate financiero» de los bancos Wiese, Latino, Financiero, etc. La medida que proponemos es una garantía del Estado por la deuda externa de los bancos locales y, si esta garantía se efectiviza, el Estado pasaría a ser propietario de las acciones del Banco por el monto equivalente de dicha garantía. Este es, peruanizado, el modelo inglés anunciado por el primer ministro Gordon Brown.

Por último, hay que señalar que las recientes medidas anunciadas por el titular del MEF no resuelven ninguno de los problemas mencionados anteriormente. Estas medidas son el endeudamiento contingente en moneda extranjera con instituciones multilaterales (FMI, Banco Mundial, BID, CAF) y la emisión de deuda externa (bono global) en el mercado internacional hasta por 600 millones de dólares. Primero, porque el FMI y el Banco Mundial acompañarían sus préstamos con las usuales condiciones en materia de política económica que, como demostró la experiencia de la crisis asiática de 1997-98, logran que el remedio sea peor que la enfermedad. Segundo porque el costo de esta nueva emisión de deuda externa sería muy alto en el contexto actual de sequía de liquidez en los mercados internacionales.

Causa de la Crisis Financiera

miércoles, 15 de octubre de 2008

El Transfondo Estructural de la Crisis Financiera

Juergen Schuldt

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Una y otra vez nos vienen repitiendo que la debacle financiera que se desató el año pasado en EEUU, al explotar la burbuja hipotecaria, habría sido consecuencia de procesos de especulación irresponsable, de extendida inmoralidad, de ceguera arrogante, de regulación laxa, de codicia irrefrenable, entre otras bellezas que son todas válidas en referencia a lo que ha venido sucediendo en los mercados financieros desde 2002. Lo mismo se decía cuando –después de inflarse por una década- reventó inesperadamente la burbuja tecnológica (dot.com) en 2000. Desafortunadamente, tales análisis son superficiales y parciales, aparte que confunden causas con efectos. Lo que se le escapa a ese tipo de diagnósticos es que esas ‘burbujas’ son lo que su nombre indica: efervescencias que activan artificialmente la actividad productiva, tapando temporalmente las deficiencias estructurales del proceso de acumulación, en el marco de tasas descendentes de ganancia en los sectores propiamente productivos.

En tal sentido es ingenua la creencia de que los recientes super-paquetes financieros de salvataje sacarán de la recesión al Imperio y sus aliados. Bien lo ha dicho Phil Roth, un analista de Miller Tabak: “La gente puede decir, ‘¡Puff, hemos sobrevivido la crisis financiera!’. Pero a continuación tenemos la cuestión de la recesión y no sabemos qué tan profunda será” (WSJ, octubre 14). Más aún, habría que añadir que ella será bien prolongada porque: ¿Sobre qué bases productivas se podría sustentar una recuperación de la inversión y del crecimiento económico de largo plazo en los países ‘desarrollados’, de los que tanto seguimos dependiendo? ¿Sería la industria de automóviles, del acero, de la energía, de las telecomunicaciones y similares, cuando bien sabemos que están en franco declive? Ahí es donde radica el quid del asunto, pero que para entenderlo nos obliga a remitirnos a las bases sobre las cuales se desarrolla inexorablemente el capitalismo y que motoriza las inversiones en manada, provenientes de los ‘espíritus animales’ de los empresarios y de las condiciones materiales e institucionales de producción.

Para entender las afirmaciones precedentes resulta indispensable adoptar un enfoque histórico-sistémico, por más pretencioso que suene. Aplicando algo mecánicamente el paradigma de las ‘ondas largas’ del capitalismo (Kondratieff-Schumpeter-Mandel), coincidimos con la opinión de que el sistema –desde la Revolución Industrial- ha progresado en forma oscilante por extendidos ciclos de entre 40 y 60 años de duración, cada uno de los cuales se sustentó en una serie de ‘innovaciones’. Una compleja combinación de éstas (nuevas tecnologías, productos, materias primas, fuentes de energía, mercados y similares), apoyada por sustanciales créditos, despertaban los ‘espíritus animales’ del empresariado y daban lugar –en la fase ascendente ‘A’- a una manada de inversiones que llevaron a la bonanza macroeconómica por un periodo de veinte a treinta años.

Después de tales auges, y como consecuencia de la sobreproducción a que dan lugar, se agotaban las posibilidades de expansión -lo que se reflejaba en la reducción de la tasa de ganancia- y se pasaba a una etapa –nuevamente de veinte a treinta años- de menor crecimiento económico, deflación y desempleo (fase ‘B’), en que el capital financiero tiende a dominar sobre el propiamente productivo (véase el Gráfico I, en que se observa la exageradamente elevada relación entre los precios de las acciones y las ganancias netas que rinden: si esa relación P/E está por encima de 15 es señal de ‘exuberancia irracional’ y, hasta cierto punto, permite pronosticar las debacles financieras, siguiendo la hipótesis de Robert Shiller).

GRÁFICO I: RELACIÓN PRECIOS ACCIONES SOBRE GANANCIAS, 1935-2008

Agrande con el ratón

En la última onda larga, la que se inicia en el periodo de la posguerra, hemos transitado a esta fase ‘descendente’ (en la que seguimos atorados) después de los ‘Treinta Años Gloriosos”, que se agotaron en 1971-73. De manera que, durante los últimos 35 años, en ausencia de bases reales para la innovadora acumulación productiva, las economías altamente desarrolladas –comenzando por EEUU- se han expandido a tasas relativamente bajas, comparadas con las de los ‘Años Dorados’. Estos últimos culminaron en una notoria sobreproducción, la que se reflejó en una reducción paulatina de la tasa de ganancia en los EEUU, que se explica además por el ingreso al mercado global de países como China, India, Rusia y similares. En efecto, como ha mostrado Walden Bello, la rentabilidad del capital –que en los años sesenta del siglo pasado alcanzaba el 7,15% en EEUU- fue encogiéndose paulatinamente: en los ochenta bajó a 5,3%, en los noventa a 2,3% y, en lo que va del siglo XXI, por debajo del 2%. Nótese, sin embargo, el espectacular avance de las ganancias financieras, que llegaron a rebasar el 30% de todas las utilidades corporativas, a pesar de que su contribución al PBI generó un escaso 15% (ver Gráfico II, donde se constata además que las remuneraciones del sector financiero no llegaron ni al 10% del valor agregado corporativo).

GRÁFICO II: GANANCIAS DEL SECTOR FINANCIERO, 1970-2007


Se trata, por tanto, de un periodo decadente caracterizado por ciclos coyunturales relativamente cortos, azuzados artificiosamente por el empuje que se dio a las inversiones por efecto de las guerras, la duplicación de la fuerza laboral mundial, las ilusas esperanzas en progresos técnicos revolucionarios y de las bajas tasas de interés, pero que –por eso mismo- se materializaron en auges espurios y, por tanto, en recesiones recurrentes en EEUU (1980-82, 1990-91, 2001-03 y la actual 2008-…?). Podría decirse que se estimuló la economía, la que saltó de burbuja en burbuja, gracias a los lobbies militar-industriales y, sobre todo, a la sobredimensionada dinámica del sector financiero-hipotecario, la que solo podía ser temporal y ficticia, en el sentido que no se nutría de innovaciones profundas de corte tecnológico-productivo, que habrían permitido incrementar sostenidamente la productividad y la tasa de ganancia de las corporaciones no financieras.

De ahí que las economías avanzadas, particularmente EEUU, se haya mantenido a flote durante las tres décadas pasadas gracias a una serie de medidas geopolíticas y financieras truculentas para estimular la demanda doméstica, con lo que lograron vivir -consumir e invertir- más allá de sus posibilidades reales, generando déficit fiscales y externos descomunales, financiados por ahorro externo (especialmente por parte de Japón, China y la UE), en ausencia de ahorros domésticos personales y del gobierno.

Personalmente creíamos que se iba a iniciar una nueva onda larga en 1992, la que vendría propulsada por diversas innovaciones revolucionarias (informática, telecomunicaciones, biotecnología, robótica, energía atómica y similares), las que no llegaron a cuajar y que probablemente –en una década, en el mejor de los casos- permitirían el inicio de un renovado ciclo expansivo de recuperación y auge de varias décadas en el mundo altamente industrializado.

En los próximos días seguramente Bernanke volverá a reducir la tasa de interés de referencia. Sin embargo, por más que las Bolsas muestren signos de recuperación (y una preocupante volatilidad), lo que hasta ahora no se nota, será escaso el flujo de créditos que soltarán los bancos (a pesar de que acaban de recibir US$ 250.000’ de oxígeno), porque uno se preguntaría: ¿adonde iría ese dinero para fines de inversión o consumo, en una economía altamente endeudada y sin posibilidades de rentabilidades apreciables? No parecen existir bases reales prometedoras para hacerlo. En ese contexto, la crisis financiera habrá de impactar con fuerza aún mayor los sectores reales; lo que no nos debe hacer olvidar que el origen último de la debacle norteamericana y la de sus socios radica precisamente en la osteoporosis productiva a falta de innovaciones tecnológicas sustanciales. No son, pues, muy auspiciosos los tiempos que nos esperan.

***

Bernanke, Paulsen y Bush: ¿Entiende usted por qué se ríen?

El Capitalismo en Su Laberinto

lunes, 13 de octubre de 2008

Alberto Graña


El periodista e investigador en temas de globalización y economía internacional sostiene que del 2002 al 2007 EUA vivió un inédito periodo de expansión de la inversión y el crédito, que multiplicó el consumo improductivo y aumentó artificiosamente el precio de los bienes inmuebles. Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007 sucede el fenómeno inverso: la velocidad de la caída del valor de los inmuebles es mayor que incluso 1929. Y más extendida: en 1929 la crisis inmobiliaria estalló en la Florida. La actual crisis abarca el Sur de California, La Florida, Nebraska (Las Vegas), casi todos los Estados alrededor del Lago Michigan, entre otros. ¿Por qué la velocidad de las quiebras?

Janina Cárdenas.

¿Por qué a pesar del plan de rescate aprobado en Estados Unidos los mercados bursátiles siguen en constante caída?

Esto ocurre porque después de 1969-1972 tiene lugar una fase descendente del ciclo largo plazo de las mayores economías occidentales (EUA, Japón y Alemania) y, desde finales del 2007, esta crisis larga coincide con la crisis bancaria sistémica bancaria, en el mero centro del sistema. Mi hipótesis es que la crisis crediticia retroalimenta y eventualmemente puede acantuar el descenso de ciclo de largo plazo(fase B de Kondratieff) . Ahora, no es lo mismo China que EUA, el primero es un país acreedor y, hasta ahora, en crecimiento, el segundo, desde Reagan, es un país que consume más de lo que produce y su consumo lo hace “de fiado” de sus países acreedores China, Rusia,Japón, Arabia Saudita, hace ya mas de dos décadas. Pero China ya es parte de la globalización y, para bien o, para mal, esta indisolublemente ligado a su socio comercial mas importante: EUA



¿Cuál será la duración de esta crisis en EUA?

Difícil saberlo, es una situación inédita, muy compleja y muy veloz. Pero la crisis bancaria japonesa de 1992, a pesar de haber transcurrido más de 15 años, todavía tiene al Japón en deflación y muy lento crecimiento productivo. La gran depresión duró de 1929 a 1938 y después vino la II gran guerra hasta el año1945. Fueron dos décadas de planificación compulsiva del Estado

¿ Cual es el efecto de las crisis bancarias en la economía?
En 1992 la crisis bancaria sueca dejó la economía 5 o 6 años recesada. El nivel de desempleo subió a niveles no nórdicos y la solución que optó el gobierno fue rescatar a los bancos comprando acciones que no valían casi nada(como ahora). Los banqueros tuvieron que reconocer sus deudas, avalarla y pagarla a los contribuyentes en un lapso de tiempo. Se estima que el costo hubiera sido del 6 al 8% de la producción total, si los suecos en 1992 hubieran cargado la cuenta a los contribuyentes, como propone ahora Paulson. Las medidas adoptadas en Suecia incluyeron mecanismos para ir pasando al contribuyente los pagos de los banqueros y, también, canalizando la venta de las acciones cuando se recuperaron. El costo estimado de estas medida de intervención del Estado redujo el costo social a aproximadamente el 2% del PBI. En Finlandia, la crisis bancaria costó más de la mitad del PBI(51%) pero no sé muy bien como la resolvieron. Hablando rápido, en EUA, hasta ahora, la acción pública se ha orientado a socializar las pérdidas después de haber privatizado las ganancias.
política monetaria.
¿Están siendo efectivas las medidas de política en EUA y Europa para hacer frente a la crisis?¿Cuál es la mejor alternativa?

Si te refieres a la efectividad de la política económica, digamos que los norteamericanos están en graves problemas. De un lado, la política monetaria de subir o bajar la tasa de interés para controlar la inflación o reactivar la economía aplicada por casi dos décadas –desde Greenspan- no va funcionar en el futuro cercano (ni lejano) por que el problema central ahora es la deflación de precios y la recesión económica. La reducción de la tasa de interés referencial no ha podido reducir el costo real del dinero, ni la cadena de moras pagos de las familias norteamericanas, ni la quiebra de los mayores bancos del mundo. Hasta ahora, la evidencia muestra que habría que cambiar la política monetaria, bueno ya esta cambiando, ayer hubo una intervención conjunta de los mayores bancos centrales del mundo para bajar las tasas de interés. El resultado, que yo sepa, hasta ahora ninguna economía se ha reactivado. Si te refieres a política fiscal, subir impuestos o cortar el gasto público también sería más recesivo. Además el déficit fiscal de EUA es insostenible así como su déficit en cuenta corriente
¿Funcionará el plan de rescate que aprobó Congreso de los EUA para salir de la crisis?

Bueno, desde marzo, las quiebras han ido aumentando en dimensión y complejidad, hasta llegar a la quiebra de AIG, la aseguradora más grande del mundo, en septiembre. Su rescate no calmó los ánimos, le hizo cosquillas a las bolsas del mundo y, mas bien, aumentó la volatilidad, tanto, que tuvieron que lanzar en la siguiente semana una nueva “Ley de Emergencia Económica” (700 billones de U$, 4% del PBI). Y las bolsas siguieron desplomándose.

En mi opinión, la nacionalización de AIG disparó el gatillo de la crisis sistémica bancaria, el efecto dominó que vivimos actualmente en el mundo.

En suma, la crisis es global y también, la globalización neoliberal está en crisis. Y creo que-como en 1929- la teoría económica neoclásica (que usa extensivamente el FMI-BM) no aporta mucho para interpretar lo que pasa y, menos aún para prevenir lo que podría pasar. La especialidad de los neoclásicos es el análisis estático, la dinámica económica les es ajena. La onda nos está alcanzando y eso es una realidad verificable. Ayer México lanzó un paquete de 35000 millones de dólares para revertir los efectos de la crisis financiera y así casi todos los países y grupos de países adoptan medidas…¿y el Perú?.


  ¿Cuál será el efecto de la crisis en la economía peruana?


Serían diversas las vías de transmisión de la crisis al LAC y el Perú pero, mi concentración ha estado, en los últimos años, en la crisis y los mecanismos de transmisión en EUA y Europa. En el Perú, creo que tendría un efecto negativo en las exportaciones, estoy pensando en textiles y confecciones donde se concentra la mayor cantidad de empleo industrial y, en la agroindustria de exportación, donde se concentra la mayor cantidad de subempleo por ingresos: Ica, La Libertad.

Habrá que mirar el sector financiero y las inversiones de las AFP´s en EUA que concentran una muy buena proporción del ahorro nacional, las remesas de utilidades y precios de transferencia, y los créditos externos del sector privado. También el aumento del costo del crédito internacional afecta el costo de la deuda pública


¿La caída en el precio de los metales también?

Significa menor recaudación tributaria y menor a las regiones. Aunque no es automático.

En medio de un Terremoto

Pedro Francke

La actual crisis financiera internacional es como un terremoto: sabemos que estamos en medio de él, pero no sabemos si está por terminar o si vendrá un remezón peor. Tampoco sabemos cuántas casas y edificios se caerán. Menos todavía podemos saber cómo se reconstruirá la ciudad después del sismo.

Pero de lo que no cabe duda es que estamos en medio de un terremoto. No es un temblorcito. No es algo que pasa sin más consecuencias que un ligero susto. No, es un terremoto y de los grandes. Los expertos coinciden en que desde el crack de 1929, hace casi 80 años, el mundo no había vivido una crisis financiera de esta magnitud.

Lo primero que sorprende, entonces, es que el Presidente de la República no se manifiesta al respecto. Sí, es verdad que está en medio de otro terremoto, causado por la revelación de una fuerte corrupción en su gobierno. El mismo Alan García se ha reunido con algunos de los corruptos más de una vez. Pero aún en esas condiciones es increíble que sobre la crisis internacional, dos semanas después de que esta se revelaran con toda su fuerza, y diez días después de que dijera la barbaridad de que esto no nos iba a afectar para nada, el Presidente García no diga ni pío sobre el tema y prefiera hacer declaraciones orientadas a mantener la impunidad en torno a la muerte de cuatro campesinos en Ayacucho y una señora embarazada a manos de una patrulla militar.

El terremoto internacional tiene muchas diferencias, pero algunos parecidos con la crisis de corrupción de Perú: personajes inescrupulosos, abuso total de los dineros del público, un estado permisivo y cómplice, desregulación y privatización. También algunas consecuencias de estas dos crisis son parecidas, como la confianza de la gente, que en ambos casos prácticamente ha desaparecido. La diferencia en este caso es que, en la crisis financiera, la gente tiene una salida, que es retirar su dinero de los bancos y financieras, aunque sea tras haber perdido 30% o 40% del mismo. En cambio, ante la pérdida de confianza en el gobierno poco es lo que podemos hacer de manera individual, y la búsqueda de opciones colectivas, es más lenta y difícil.

Recién estamos viendo las primeras consecuencias de la crisis internacional sobre nosotros: alza del dólar con sus duros efectos sobre quienes tienen deudas en esa moneda y caída de la bolsa de valores que afecta también a los afiliados a las AFPs. Otros efectos los veremos en los próximos meses, dependiendo de la reacción del gobierno. La caída del precio del cobre y otras materias primas reducirá los ingresos fiscales, pero el gasto público en educación, salud y carreteras sólo se afectará si predomina la clásica visión fondomonetarista del ajuste. El crédito posiblemente se haga más difícil de obtener y suban las tasas de interés, por lo que pagar deudas en la medida de lo posible es una medida prudente. El crecimiento económico se detendrá, y con ello el empleo.

Pero recuerden que estamos en medio de un terremoto. No se puede saber cuánta más crisis tenemos por delante ni cómo se resolverán las cosas al final.

Actualidad Económica del Perú

Aportando al debate con alternativas económicas desde 1978

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