Pedro Francke
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John Maynard Keynes decía que eran los “espíritus animales” de los inversionistas, que reaccionan a veces con euforia y a veces con pesimismo, los causantes de los ciclos económicos y las recesiones. Hoy, que Keynes ha regresado con tanta fuerza, debemos enfrentar otros espíritus animales.
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John Maynard Keynes decía que eran los “espíritus animales” de los inversionistas, que reaccionan a veces con euforia y a veces con pesimismo, los causantes de los ciclos económicos y las recesiones. Hoy, que Keynes ha regresado con tanta fuerza, debemos enfrentar otros espíritus animales.
El espíritu de Alan García frente a la crisis internacional es como el que simboliza el avestruz: metemos la cabeza bajo tierra y ya no hay crisis. Hará grandes discursos, pero como el avestruz se rehúsa a reconocer la realidad e insiste en que se trata de una “crisis de crecimiento”. Es también una avestruz agresiva: como no le gusta la realidad, amenaza a los mensajeros que traen las malas noticias con expulsarlos en una balsa. García insiste en que la mejor respuesta ante la crisis es cerrar los ojos, negar la realidad y gritar fuerte que tenemos fe como quien sigue a un carismático orador evangelista (él), y así atraeremos capitales, seremos felices y comeremos perdices.
Pero lo cierto es que los pronósticos son cada vez peores. No cabe duda que esta crisis es una de las más graves en un siglo. La recesión ya está oficialmente declarada en Estados Unidos, Europa y Japón, mientras cientos de miles pierden su empleo. El crecimiento de EEUU para el próximo año se estima en -1%. Rescatar al Citibank costó 45 mil millones de dólares más el respaldo a créditos dudosos por otros 200 mil millones. Ford, GM y Chrysler no sobreviven sin otros 30 mil millones. En el Perú ya los bancos y empresas de consultoría empresarial, siempre optimistas, han bajado sus pronósticos de crecimiento para el 2009 en 3 puntos porcentuales, y dicen que puede ser peor. No se puede seguir como el avestruz.
El ministro Valdivieso conoce el riesgo de la crisis; lo dijo públicamente antes de la agudización de la crisis internacional en setiembre pasado. No es como el avestruz. Pero como ex - funcionario del FMI, se comporta como ha hecho por décadas y aplica la misma receta que siempre recomienda el FMI: recorte del gasto público. Pero cuando la economía entra en recesión, reducir el gasto público disminuye aún más la demanda, agravando la crisis. Tiene el espíritu simbólico de los lemmings: se dice – no es verdad pero quedémonos con la imagen – que estos animalitos, parecidos a los cuyes, cada cierto tiempo se suicidan en masa. Por miles se dirigen hacia el mar y se meten en él, muriendo ahogados.
KEYNES DE REGRESO….
En ese contexto, ha ganado un amplio consenso la necesidad de aplicar una política keynesiana de estímulo a la demanda. Todos recordamos que hablar de políticas keynesianas, que implican una masiva intervención estatal en la economía para atenuar los ciclos del capitalismo, era hasta hace unos años una mala palabra para nuestros neoliberales criollos. Después de todo, su ideología es de “libre mercado”, e insistían en que nada que hiciera el estado en la economía puede ser bueno. Felizmente, han aprendido.
Entre la recesión provocada por la inacción del BCR en la crisis de 1999, la terca insistencia de Oscar Dancourt en sus clases universitarias y lo que hoy hacen en el mundo Estados Unidos, Europa, Japón y China ante la crisis, han cambiado de opinión. La Confiep, Jaime de Althaus y Gonzalo Prialé hoy claman por una rápida y masiva intervención del estado para reorientar una economía que, si la dejamos al “libre mercado”, se va en picada. Que agradable sorpresa.
Pero hay dos problemas críticos que estos nuevos “keynesianos de derecha” no llegan a comprender. Ellos correctamente insisten en una política keynesiana de estímulo a la demanda, pero quieren profundizar el camino que hemos seguido estos años, el de un neoliberalismo con altos privilegios a las grandes empresas y apertura externa con TLCs. En otras palabras, pregonan el libre mercado excepto en tiempos de crisis, cuando lo que proponen es ayudar a los bancos y darles más fondos a las grandes empresas para “estimular su inversión”.
Su propuesta es, entonces, que el estado financie una serie de grandes inversiones de infraestructura, pero bajo un esquema en el que estas inversiones se dan en concesión a las empresas privadas pero con subsidio del estado. La idea general de una combinación público-privada en infraestructura no es mala per se, pero como de costumbre quieren ganar a río revuelto: altas ganancias para la empresa privada, mientras el estado subsidia fuerte y asume los riesgos. Además, esas inversiones son lentas cuando lo que se necesita es una respuesta rápida, y atraer capitales cuando todos se están concentrando en los países desarrollados, es poco efectivo.
…PERO CON GASTO SOCIAL Y EQUILIBRIO EXTERNO
Por el contrario, pensamos que en una época de crisis debe ponerse énfasis en el gasto público directo y con contenido social. Este puede incluir construcción de infraestructura, pero directamente financiada por el Estado, resguardando el interés público y privilegiando aquella que es intensiva en empleo, como son las pequeñas obras comunales, el agua potable y desagüe y el mantenimiento de colegios, centros de salud y caminos rurales. Este tipo de pequeñas obras fueron, de hecho, un componente esencial en la política keynesiana pero de corte social con la que Franklin Roosevelt enfrentó la recesión de los años 30s y estableció el llamado “New Deal”.
Otro componente importante de un gasto público social en épocas de crisis con los gastos de protección social, que en los países desarrollados se centran en el seguro de desempleo, pero que por estas latitudes pueden implicar programas de empleo temporal, más gasto en educación y salud, refuerzo de esquemas pensionarios o ampliación de programas nutricionales.
El segundo problema crítico que se olvidan de considerar en esta crisis es el problema externo. Nuestras importaciones se han duplicado en los dos años de gobierno aprista, impulsadas por la rebaja de aranceles y el retraso cambiario. La caída de precios de nuestras materias primas – el cobre ha pasado de 3,50 dólares la libra a menos de 1,50 – y la menor demanda de nuestras exportaciones no tradicionales como los textiles, hacen insostenible importar 2,500 millones de dólares mensuales.
Hemos perdido en tres meses US$ 5,000 millones de reservas internacionales, y con ese desequilibrio externo, no aguantamos un año. ¿Es que ya olvidamos el desastre que fue la economía en el primer gobierno de Alan García, cuando las RIN se agotaron y la devaluación e inflación se dispararon? Reestablecer aranceles, defendernos del dumping y las importaciones subsidiadas, reducir las importaciones de bienes de lujo, promover nuestras exportaciones no tradicionales más agresivamente y devaluar con cautela, son medidas indispensables que no deben demorar en tomarse.
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