Realidad y percepciones sobre la crisis económica internacional

lunes, 31 de agosto de 2009


Germán Alarco Tosoni
Investigador principal CENTRUM Católica
La actual crisis económica internacional ha generado la tercera más importante recesión del siglo XX y XXI, con excepción de las guerras y las catástrofes naturales, después de lo ocurrido en los años treinta y la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Sus impactos son similares a los shocks petroleros de los años setentas y ochentas. Sin embargo, a pesar de estas circunstancias, en el seno de las familias que aún conservan su empleo e ingresos, se observa una percepción no tan negativa sobre el presente frente a un entorno macroeconómico negativo. Este fenómeno, se manifiesta más claramente en las economías subdesarrolladas como la peruana, y es el símil inverso de la relación señalada por el Prof. Schuldt, antes de la crisis, sobre la presencia de una bonanza macroeconómica acompañada con malestar microeconómico. Las causas de este nuevo fenómeno parecen tener bases objetivas y subjetivas.
Diferencias objetivas entre las economías
Es evidente que los impactos de la crisis son diferentes para las distintas economías a nivel internacional. Los números están a la vista y las diferencias se podrían explicar por tres conjuntos de factores: las características previas de la economía, la naturaleza y magnitud de los impactos recibidos y la efectividad de las respuestas de todas las autoridades. Al respecto, llama la atención como la norteamericana (EE.UU.), incubadora principal de la crisis, al cierre del 2009 sólo se contraería entre -2.5% y -3%, frente al área europea en que esta disminución sería entre -4% y -4.5%. Las asiáticas como Japón, Rusia, Taiwán decrecerían entre -6 y -7%. En el ámbito latinoamericano destacarían las mayores caídas de México en -7.1%, Venezuela -4.2% y Argentina con -3.5%, -1% para Brasil, Chile y Colombia y 1.3% para el Perú según The Economist.
Las diferencias entre los EE.UU. y los europeos podrían encontrarse en las respuestas fiscales y monetarias, ya que las europeas fueron en ambas materias más tardías, de menor magnitud y las monetarias correspondieron a un enfoque más ortodoxo, de acuerdo a los estatutos del Banco Central Europeo. Se trata de un tema polémico, pero las condiciones de base previas a la crisis son diferentes. El rol hegemónico del dólar americano, conjuntamente con las mayores posibilidades de financiar los desequilibrios fiscales es una ventaja para EE.UU. La mayor apertura comercial, una población estancada o de bajo crecimiento – que implica menor dinamismo en el consumo- y una menor flexibilidad en los mercados (aunque este es un tema más ortodoxo) generan desventajas para los europeos. La mayor presencia estatal en la economía no ha sido una fortaleza y oportunidad significativa para los europeos.
Estos países estarían sujetos a la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia, mediante la cual un mayor ingreso per cápita implicaría que el factor dinámico de las economías se ubique más por el lado de la inversión privada y las exportaciones, mientras que el consumo pierde impulso. El peso de las expectativas y la volatilidad de la inversión sobre las tasas de crecimiento económico son más relevantes. Una caída del producto e ingreso, potencia las mayores posibilidades de ahorro y puede implicar una reducción mayor que proporcional en los niveles de gasto, reduciendo el consumo de los bienes y servicios no necesarios, respecto de lo que ocurriría en una economía con menores niveles de ingreso. De la misma forma, en la medida que el comercio se vincula a productos manufacturados y menos a materias primas, la caída en el PBI implicaría una contracción mayor que proporcional en el comercio internacional.
Válvulas de escape y paradojas de los países pobres
La informalidad constituye una ventaja para las economías pobres, ya que es un colchón para la mano de obra desocupada. Mientras en EE.UU. los desempleados van a sus casas a recibir temporalmente un cheque, en nuestros países ingresan al sector informal. La concentración del ingreso a favor de estratos específicos de la población - con las empresas transnacionales incluidas- y la reducida dotación de infraestructura juegan un papel para explicar porque no se ve tal mal la situación económica en nuestros países.
La creciente concentración del ingreso en poca manos, del ciclo expansivo previo, generó los márgenes de maniobra para que en la crisis no se percibieran tan mal las cosas, tanto porque nunca “chorrearon” hacia los grandes grupos de la población, y no promovieron reducciones drásticas de la mano de obra contratada al tratarse de ganancias extraordinarias (que podían disminuir en cualquier momento). Las crecientes presiones que implican el mayor crecimiento de la población, los procesos de urbanización y migración interna generan una imagen de saturación ante una dotación de infraestructura, comercio, servicios públicos y privados que generalmente no crecen al ritmo adecuado. El resultado es que en la crisis sólo se perciben diferencias sutiles de menor actividad respecto de los momentos en que ésta fue mayor.
La mayor flexibilidad y racionalidad de los mercados pueden jugar en contra respecto de una economía donde las vinculaciones entre patrón y trabajador son menos “modernas” y donde el contacto entre ellos es “más estrecho”. En forma paradójica una economía más competitiva implica que los ajustes en los mercados sean rápidos, respecto de otra donde son más concentrados. La menor profundidad financiera y de los mercados de valores son útiles, en la crisis, para mantenerse más aislados de los shocks externos. Estos factores, aunados a que en el Perú contamos con una estructura de exportaciones más diversificada, pueden ser algunas de las fortalezas que han diferenciado al desempeño peruano (menos negativo) respecto del chileno.
Aspectos sociológicos y psicológicos
La compleja evaluación de los ingresos o gastos presentes, respecto del periodo anterior o del mismo asociado al año anterior, en un tema que contribuye a pensar que la situación no es tan negativa. No hay que olvidar también el rol de la publicidad gubernamental, del sector financiero y de muchos medios de información para transmitirnos que estamos en el mejor de los mundos. En las economías desarrolladas se tiende a decir la verdad, de forma tal que la brecha de expectativas cede su lugar al efecto consuelo. “No estamos tal mal, que pena por los más ricos”. Dejamos sobre la mesa factores como el mayor individualismo y la menor solidaridad actual, respecto de lo que ocurre con nuestros vecinos, que sólo motivan percibir los problemas cuando los vivimos en carne propia.
21/8/2009.

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