Juergen Schuldt
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A veinte años de inaugurado el cambio del modelo de acumulación en el país, conviene hacer un balance telegráfico de la profunda mutación económica que se ha materializado en ese lapso. Lo que a inicios de la década pasada parecían bien intencionadas y temporales políticas monetarias, comerciales y fiscales para estabilizar y ajustar la economía, a fin de acabar con la hiperinflación y los déficit externo y fiscal, se volvieron permanentes. Acompañadas por reformas institucionales radicales, autoritariamente impuestas, se logró asegurar el tránsito del fallido intento de “industrialización por sustitución de importaciones”, para regresar al antaño fracasado esquema “primario-exportador”. Si nos fijamos en los resultados alcanzados entre 1991 y 2008, se trata de un vívido ejemplo de libro de texto de lo bien que ha funcionado la teoría ricardiana de las ventajas comparativas (estáticas) en el país.
En primer lugar, como era de esperarse, la primario-exportación volvió a ocupar el centro de atención de los gobiernos desde 1991. Gracias a ello, la participación de las exportaciones primarias (“tradicionales”) en el total crecieron paulatina pero consistentemente de un 70% hasta llegar a un sorprendente 76% el año pasado (90% de las cuales son minero-hidrocarburíferas). A costa de una expansión del mercado interno, las exportaciones totales, como porcentaje del PBI, aumentaron explosivamente de un 12,2% a 27,4%, asumiéndose el riesgo de la alta volatilidad de los precios de las materias primas que exportamos.
La desnacionalización de la economía es otro resultado natural de nuestro estricto respeto a las fuerzas libres de mercado, “planificadas” por las empresas transnacionales desde los centros. El capital extranjero se ha instalado cómodamente en las ramas productivas y de servicios que rinden las mayores tasas de ganancia, siendo altamente intensivas en capital y que, con excepciones, apenas absorben fuerza de trabajo (la gran minería apenas ocupa al 2% de la PEA ). Con lo que desde el año 2005 remiten más utilidades a sus casas matrices que el flujo de inversión extranjera directa que ingresa al país, afectando negativamente la balanza de pagos. Tampoco generan mayores encadenamientos productivos: La producción de bienes de capital para la minería apenas representa el 0,17% del valor agregado generado por la industria manufacturera. Además, de los 46 grupos más poderosos del país, que poseen 600 empresas, el 48% ya son extranjeras.
La desindustrialización de la economía también ha acompañado ese proceso, tanto que la industria manufacturera, que originaba el 25% del PIB en décadas anteriores, ha caído al 17,2% el año pasado. Quebraron las empresas menos productivas como lo exige la dinámica de los libres mercados y las que han sobrevivido están con la soga al cuello, amenazadas por las importaciones, especialmente de las que nos llegan de las infrahumanas fábricas chinas, vietnamitas y similares.
Una cuarta tendencia obvia, resultado de lo antedicho y de la duplicación de la fuerza laboral global por el ingreso de las exrepúblicas soviéticas, China, India y demás a la ‘mundialización’, es la des-sindicalización de la fuerza laboral y la presión hacia la baja de las remuneraciones. Es así como se ha deteriorado dramáticamente la distribución funcional del ingreso, que ya venía empeorando durante los años ochenta y se agravó desde los noventa. En efecto, los sueldos y salarios, que representaban un 30% del PIB en 1991, se fueron encogiendo consistentemente, año a año, hasta llegar al 22% en el 2007. Con lo que la concentración de la riqueza también se ha ido centralizando en grupos económicos cada vez más poderosos, cuyos representantes más conspicuos son tan bien recibidos por el Ejecutivo.
Quinto: Lo antedicho se ha dado también en el marco de una “servicialización” de la economía. Tan es así que el sector terciario ya llega a dar trabajo al 71,7% de la PEA (en 1991: 65,9%) y genera el 61% del PBI. Y, lo que es más grave, recordando que la PEA del Perú es de 14,7 millones de trabajadores, 71,7% de los cuales se desempeñan en el sector terciario (servicios). Más aún, de esa PEA total del 2008, 11,7 millones (¡77%!) laboran en ‘empresas’ de 1 a 10 trabajadores (ingreso mensual: 600 soles) y el resto se reparte entre las que dan trabajo de 10 a 50 personas (7%, que gana 1.082 soles) y las que ocupan a más de 50 (16%, con ingresos de 1.664 soles). Es decir, se trata de una tercerización creciente de la fuerza de trabajo, básicamente linformal y de muy baja productividad.
En ese contexto se entiende que la emigración de fuerza de trabajo se ha convertido –junto con la de pasta básica y cocaína- en una de nuestras principales exportaciones no tradicionales. Mientras a mediados de los años noventa emigraban anualmente 40.000 personas, desde 2005 salen 300.000 cada año. De las cifras de salidas y entradas del país se desprende que en los últimos 15 años han emigrado 2,7 millones de peruanos, ¡casi un 10% de la población total!
En pocas palabras, se trata de un modelo económico que asigna perfectamente los recursos productivos en base a la dinámica de los libres mercados globales, tal como se expresan a través de las tendencias de los precios relativos básicos. Pero, por eso mismo, es frágil frente a shocksexternos, políticamente inestable y socialmente excluyente, por lo que la lógica ricardiana bien podría abrirle el campo a un gobierno abiertamente autoritario de uno de los extremos del espectro político.